A nivel fitoterapéutico se utiliza un arbusto de nombre científico, Ribes nigrum, aunque todos lo conocen como grosellero negro. De crecimiento espontáneo en varias zonas, se cultiva en los países europeos por sus frutos (grosellas). Aunque la gastronomía utiliza el fruto, en fitoterapia interesan más sus hojas, ricas en flavonoides con propiedades antiinflamatorias y que se utilizan desde antiguo simplemente frotando la zona dolorida o donde ha picado un mosquito para reducir el dolor y la inflamación.

La composición química varía según la parte del arbusto analizada. La hoja contiene, entre otros, aminoácidos, ácido ascórbico, ácidos fenoles, aceite esencial, antocianósidos, taninos y flavonoides (rutósido, hiperósido, etc.). En el fruto, además, abundan los minerales y la vitamina C, siendo las semillas ricas en γ-linolénico.

La acción antiinflamatoria se atribuye a flavonoides y antocianósidos que actúan sobre los mediadores de la inflamación inhibiendo la formación de prostaglandinas. Además, por su efecto diurético, colabora en la eliminación de residuos del organismo, lo que mejora patologías como la gota. Los taninos son útiles para tratar la diarrea.

Se autoriza su uso para tratar manifestaciones articulares dolorosas, reumatismo, gota y como diurético. En ocasiones se usa como coadyuvante del tratamiento principal para reducir los síntomas de la inflamación. Se puede consumir en cápsulas, infusiones, extractos y otras presentaciones. La cosmética emplea este aceite para fabricar jabones, lociones, geles, etc.

No debe administrarse en pacientes con retención de líquidos por insuficiencia renal o cardíaca. Hay personas alérgicas a estos frutos, por lo que no pueden consumirlos. Ni en embarazo ni lactancia. No interacciona con medicamentos.

La hoja del grosellero negro es muy útil en asociación con sauce y harpagofito en los fenómenos inflamatorios y dolorosos de la artrosis. El aceite se emplea para tratar problemas cutáneos (dermatitis, envejecimiento) y trastornos de la menstruación y climaterio.

Consulta al especialista y pruébalo si te lo recomienda. No debes sustituirlo por el tratamiento que tu médico te ha recomendado y coméntale si le parece adecuado para ti. No olvides que estos compuestos “naturales” tienen efectos farmacológicos que deben ser controlados por el especialista.