Aunque todavía no se ha detectado ninguna alteración orgánica objetiva que explique la naturaleza de este trastorno, se cree que son muchos los factores implicados. La hipótesis más aceptada plantea la existencia de un trastorno de la percepción, transmisión y modulación del estímulo doloroso, con descenso del umbral del dolor y mala adaptación al ejercicio físico aeróbico.

El síntoma característico es el dolor, de localización imprecisa, el paciente suele decir que "me duele todo". Puede acompañarse de hormigueo en manos y pies, edema e hinchazón periarticular (principalmente en las manos, con rigidez matutina), astenia, fatiga y malestar general, sensación de tumefacción, síndrome temporomandibular, dificultad para dormir y sueño no reparador. También suelen presentar síntomas como: colon irritable, cefalea tensional, palpitaciones, inestabilidad, dismenorrea, dolores en la menstruación, pérdida de memoria, vejiga irritable, síndrome de piernas inquietas, etc.

Acude a tu centro de atención primaria, pues es necesario un médico de referencia accesible y con un conocimiento integral del paciente y su entorno, aunque sin olvidar que el abordaje es multidisciplinar y los especialistas (reumatólogo, psiquiatra, etc.) tienen un papel importante.

El tratamiento es complejo y obliga a la combinación de diferentes mecanismos. Es muy importante la manera de tratar al paciente; conseguir su confianza, tranquilizarlo y realizar una explicación sencilla reduce su ansiedad. Se pretende mejorar su calidad de vida y mantener una actitud positiva ante las cosas de cada día. Se están aplicando varios procedimientos, solos o combinados.

Alimentarse adecuadamente mejora la calidad de vida del enfermo. El tratamiento prescrito, el soportar la sensación de dolor y los problemas emocionales asociados provocan la pérdida de apetito. A ello se unen el insomnio, el cansancio y la depresión, que dificultan aún más el cuidado propio.

Recomendable sería evitar el consumo de alimentos de origen animal, reducir el consumo de sal, utilizar alimentos frescos, evitar los precocinados, consumir verduras cocidas, elegir pescado azul (arenque, atún, caballa) y evitar el alcohol.

Un adulto sano puede cubrir todos sus requerimientos de macro y micronutrientes siguiendo una alimentación variada a base de productos naturales. Si fuera preciso recurrir a suplementos alimenticios, será el médico quien determinará la conveniencia o no, la dosis y la duración del tratamiento. Serían interesantes:

-la Vitamina C (presente en la fruta fresca cítricos, fresas, cerezas, ciruelas, etc., los pimientos verdes, las verduras de hoja verde oscura y la col roja)

-la Vitamina E (en las avellanas, las nueces, las semillas y los aceites de pescado, beneficiosa para calambres y espasmos musculares)

-el Beta-caroteno (abundante en las zanahorias, las frutas cítricas y los vegetales de hoja verde oscura)

-el Selenio (mineral cuya carencia provoca debilidad y dolor muscular, presente en los productos lácteos, frutos secos, cebolla, ajo, tomate o brócoli)

-el Calcio (una baja concentración produce espasmos musculares; imprescindibles los lácteos)

-el Magnesio (participa en la transmisión de los impulsos nerviosos y en la contracción muscular). Concentraciones bajas producen apatía, debilidad, migrañas, asma, alergias, hiperactividad, depresión, ansiedad, calambres musculares, interrupción en el proceso de producción de energía del cuerpo y fibromialgia. -el Triptófano (aminoácido precursor de la serotonina)

- los Ácidos Omega-3