Afortunadamente, un cocktail formado por el insomnio, la falta de alternativas en mi disco duro y el miedo a que “El Chiringuito de Pepe” se pudiera  acabar convirtiendo en una opción desesperada, me empujó a darle una oportunidad a pesar de todas mis reticencias iniciales.

Nada más escuchar la BSO y ver los cuatro primeros segundos del opening  se intuye que lo que vas a ver es algo que no te va a dejar indiferente.

Y si esos primeros cuatro segundos bastan para hacer tal ejercicio de intuición, las cuatro primeras secuencias bastan para corroborarlo: Estamos ante una serie antológica de ocho episodios a la que solo le falta el plus de melancolía que el tiempo le acabará otorgando para convertirla en mítica.

Y no precisamente por la originalidad de la historia: dos detectives antagónicos, Martin Hart (Woody Harrelson)  y Rust Cohle (Mathew Mc Conaughey) investigan la aparición de un cadáver asesinado de forma brutal.

Lo que hace de True Detective algo realmente bueno es el modo  de traernos esa historia, se trata de una serie de forma más que de fondo, de continente por encima de contenido, de sensaciones que van más allá de lo que propone un guion que, por sí mismo, ya es más que cautivador.

Cuando apenas sí te ha dado tiempo de meterte en la historia ya estás de lleno envuelto por el casi hipnótico envoltorio de la misma, una atmosfera inquietante, un ritmo propio y un trazo que recuerda mucho a Twin Peaks, pero que acaban yendo  mucho más allá para adquirir una identidad propia y diferencial.

El  guion de Nic Pizzolatto está  lleno de profundas reflexiones, repleto de cuestiones morales y continuas alusiones a la literatura y a la filosofía, y plagado de guiños a Nietzsche o Camus, pero lejos  de convertirse en una prosaica colección de citas con intenciones efectistas y pretenciosas, consigue llevar cada diálogo a un plano que trasciende el mero acontecer de los hechos.

Pizzolato utiliza los sucesos como simple hilo argumental para dibujar lo que realmente importa, los personajes y su manera de relacionarse, entre ellos y con el mundo que les rodea.

Martin Hart  y Rust Cohle  van tejiendo sus respectivas personalidades hasta hacernos partícipes de sus miedos y obsesiones. Como ellos, el resto de los personajes de la serie tiene una razón de ser y un carácter muy bien trabajado  para encajar como la pieza de un rompecabezas en el perturbador universo de la serie.

Y para poder crear y consolidar esta personalidad a lo largo de toda la historia ha sido esencial el hecho de que, en contra de lo que ocurre en otras series, todos los capítulos sean del mismo realizador, Cary Joji Fukunag.

Fukunaga se exhibe con un juego de contrasentidos, de sensaciones enfrentadas, de propuestas antagónicas que tejen a la perfección la personalidad de un definidísimo universo indefinido:  presenta la realidad más cotidiana desde un punto de vista enrarecido, dibuja los problemas más simples y comunes con pinceladas filosóficas, y explica las inquietudes más terrenales con un toque hipnótico, casi onírico.

La trama de True Detective no es nada nuevo, como no lo son sus referencias literarias, su decadente  atmósfera, su estilo de doble narración con constantes flash backs o incluso el atormentado perfil de sus protagonistas. Tal vez por eso basa toda su fuerza en una serie de armas que tampoco son nada novedosas, pero sí tan rotundas como efectivas: un excelente guion, unas interpretaciones grandiosas, una dirección sublime, una atmósfera envolvente y una de las mejores bandas sonoras que jamás ha acompañado a una serie de televisión.