La entrada del té en Europa no se produjo hasta el siglo XVII, a pesar de ser consumido por los chinos desde tiempos remotos, pues su medicina tradicional lo considera fundamental, entre otras cosas, para retrasar el envejecimiento. Es esta propiedad la que favoreció su implantación en el mercado occidental, siempre interesado en nuevos productos que mejoren nuestra salud. Es imprescindible mantener un consumo racional. Aunque es una “planta natural” con efectos farmacológicos de moda por considerarse adelgazante y antioxidante, hay que tener en cuenta que su exceso puede dañar al organismo. No debemos consumirlo sin necesidad, por comentarios de los amigos y familiares, ni ocultar al médico que lo usamos, para evitar efectos cruzados.

El árbol del té es originario de la India y China, donde crece de manera natural. Desde que su interés económico se hizo patente, se ha empezado a cultivar en otras zonas. Su nombre científico es Camellia sinensis, y botánicamente se describe como un pequeño árbol ramificado, con hojas perennes, flores blancas de numerosos estambres y fruto redondeado, del que existen numerosas variedades. Para obtener el té verde se usa la hoja sin procesar que mantiene intactas sus propiedades químicas; para conseguir el té negro, aunque de origen idéntico, se hace fermentar la hoja, con lo que cambia su color y sus características.

Aunque su venta en España se autoriza como diurético, lipolítico, limitante de la absorción de azúcares y grasas y coadyuvante en regímenes de adelgazamiento, se le atribuyen varias propiedades farmacológicas directamente relacionadas con sus principios activos:

1. Estimulantes, por la cafeína y teofilina, que lo hacen útil para tratar la fatiga mental y física.

2. Antioxidantes, por los catecoles, que reducen los radicales libres, retrasando el envejecimiento.

3. Diuréticas, por los polifenoles, favoreciendo la eliminación de toxinas por el aumento del volumen de orina.

4. Metabólicas, pues sus principios activos actúan a varios niveles para conseguir un óptimo funcionamiento del organismo (lipolítico, hipolipemiante, trombolítico, hipoglucemiante y antidiarreico).

5. Prevención de la formación de caries dentales por su contenido en flúor

Una importante actividad es el tratamiento del sobrepeso moderado, por mecanismos simples pero complementarios entre sí: formación de complejos con las enzimas digestivas, actuación sobre la absorción intestinal y sobre los adipocitos, disminución de la asimilación de los lípidos ingeridos por unión a las enzimas digestivas, etc.

Salvo en casos de consumo excesivo y prolongado, no presenta toxicidad directa, aunque sí han aparecido efectos secundarios que deben ser tenidos en cuenta:

- gastrointestinales: vómitos y náuseas, si se toma en ayunas.

- neurológicos/psicológicos: insomnio y nerviosismo, si se consume de noche

- renales: pérdida de iones por un exceso de diuresis.

- metabólicos: reducción de la absorción normal de vitamina B1 y de hierro.

No sería recomendable para personas con trastornos cardiacos, arritmias, insuficiencias coronarias o úlcera gastroduodenal, puede provocar toxicidad hepática, no se le puede dar a los niños, ni consumirlo en exceso durante el embarazo. Deben tomarse precauciones si se administra a hipertensos, a pacientes tratados con digitálicos o con IMAO y a personas con problemas para conciliar el sueño (por su efecto estimulante e inhibitorio del sueño), por lo que es más adecuado hacerlo por la mañana o a primera hora de la tarde.

Aunque su consumo suele ser por vía oral (infusiones, cápsulas, etc.), sus características lo hacen apto para aplicarlo (sólo o combinado) por otras vías en productos comerciales de todo tipo. Recomiendo especialmente las compresas de té verde o para los más cómodos, las propias bolsitas una vez utilizadas para hacer la infusión, pues son estupendas para tratar las bolsas, las ojeras y la sensación de ojos cansados.