Se llama también jaqueca y afecta aproximadamente a un 15% de la población. Se inicia, normalmente, antes de los 30 años en personas con antecedentes familiares (sobre todo mujeres), llegando a provocar una postración total que incapacita al enfermo para realizar su vida normal. Se caracteriza por un dolor de cabeza intenso y pulsátil que irradia preferentemente a un lado (hemicraneal), asociado o no a fenómenos vegetativos como náuseas y vómitos.

Los factores desencadenantes son múltiples e incluyen: estrés físico o psíquico, ansiedad, hambre, variaciones en los patrones del sueño, ingesta de ciertos alimentos, olores, reacciones alérgicas, consumo excesivo de ciertos compuestos (tabaco, alcohol y/o cafeína), uso de anticonceptivos orales, menstruación, etc.

Existe una estrecha relación entre dieta y migraña, pues ciertas sustancias presentes en los alimentos la inducen. Las más conocidas son: histamina, tiramina, serotonina, fenoles, glutamato monosódico y aspartamo. Se encuentran en: conservas de pescado, embutidos, quesos curados, vegetales fermentados, espinacas, tomates, berenjenas, carnes o pescados secos y ahumados, comida precocinada, caldos y sopas deshidratados, vino, cerveza, plátanos maduros, aguacates, café, té, chocolate, levadura de cerveza, bebidas refrescantes, zumos preparados, bollería industrial, caramelos, chicles y gominolas, por lo que debes limitar su consumo.

Otros componentes alimentarios la alivian: ácidos grasos insaturados (frutos secos, pescado azul, aceite de semillas), vitamina C (brécol, cítricos) y vitamina B2 (cereales integrales, leche y yogur). Se recomienda incluirlos en tu dieta para aprovechar sus ventajas.

Si padeces una alergia alimentaria se recomienda realizar un análisis de sangre específico que permita eliminar los alérgenos de la dieta. La migraña podría mejorar o, incluso, desaparecer.

Desde la fitoterapia se recomienda el té de jengibre (que reduce las náuseas y vómitos asociados), la manzanilla, el romero (en infusión o masajeando las sienes con su aceite esencial), la caléndula, el hinojo, la matricaria, etc. Consulta a tu médico su consumo, porque pueden interferir con el tratamiento farmacológico pautado por él.

La profilaxis pasa por: evitar el consumo de sustancias tóxicas (como alcohol, cafeína y tabaco), dormir adecuadamente, utilizar técnicas de relajación y realizar ejercicio moderado a diario. Cuando se instaura es recomendable aplicar medidas higiénicas para reducir su intensidad: reposar sin luces, ruidos ni olores, aplicar frío y presión suave en los puntos dolorosos, evitar factores desencadenantes, ingerir líquidos, etc.

El diagnóstico debe realizarlo el médico e indicar el tratamiento farmacológico aplicable. Se puede usar botox (toxina botulínica tipo A) que se inocula con una aguja muy fina en unos 30 ó 40 puntos específicos de cabeza y cuello y debe repetirse cada tres meses. Pueden presentarse reacciones adversas que incluyen: mareo, inflamación local, debilidad muscular de la zona, etc.

Es fundamental seguir las pautas médicas y no automedicarse aunque el dolor sea muy fuerte. Se ha comprobado que el exceso de medicación o que sea inadecuada provoca más dolor y que el problema se perpetúe. Consulta a tu médico para prevenir y mejorar tu estado.