Existen en nuestra mente una serie de ideas preconcebidas que no siempre son correctas aunque se hayan instalado en ella como resultado de lo que hemos escuchado. Las agujetas no se curan con azúcar, aunque todos lo hemos oído y utilizamos esta “receta” cuando las padecemos. Las hernias discales no siempre mejoran con el reposo, aunque suele ser lo que hacemos para evitar el dolor porque alguien nos lo ha comentado. Y seguro que a ti se te ocurren muchos otros ejemplos.

Una de las dudas más frecuentes cuando nos lesionamos haciendo ejercicio, por ejemplo, es cómo tratarlo en el primer momento para que nuestra actitud no interfiera en la recuperación. Conocemos la existencia de los elementos que proporcionan calor o frío, pero no sabemos elegir el que más nos conviene utilizar. Los expertos señalan que:

-El calor aumenta la irrigación sanguínea de la zona, por lo que incrementa la oxigenación y la llegada de nutrientes, acelerando el metabolismo y favoreciendo la regeneración tisular. Actúa como analgésico, reduce la inflamación y mejora la cicatrización, por lo que suele utilizarse en procesos crónicos como problemas de columna, artrosis, dolor menstrual, etc.

Puedes utilizar una manta eléctrica en la que controles la temperatura, una bolsa de agua caliente tradicional, arenas o geles que se calientan en el microondas, baños en agua caliente, etc.

-El frío aplicado poco tiempo actúa como anestésico local y antiinflamatorio. Cuando se usa durante más tiempo acaba “calentando” la zona y aumentando la irrigación. Se recomienda para lesiones agudas que cursen con inflamación como migrañas, esguinces, contusiones, tendinitis, etc.

Puedes utilizar antifaces de gel para los dolores de cabeza, reducir las bolsas y los ojos hinchados, etc. También puedes envolver hielo en una tela de algodón, usar un baño de agua con hielo, etc. No debes aplicar el hielo directamente sobre tu piel porque puede “quemar” la epidermis.

-La combinación de ambos (frío y calor) favorece el bombeo de la sangre e incrementa la circulación, por lo que puede estar indicado combinar ambos procesos cuando se padece una gran inflamación, retención de líquidos, hinchazón de tobillos, problemas circulatorios, etc.

Puedes hacerlo alternando una ducha de agua fría y agua caliente o un baño caliente seguido de una ducha fría, por ejemplo.

Estas recomendaciones son generales y pueden ayudarte a actuar en el momento inicial, pues la indicación de lo que te conviene debe hacerla el médico y es fundamental que sigas sus pautas. Si estás corriendo o caminando y te tuerces un tobillo, puedes aplicar hielo para reducir el dolor y la inflamación inicial, pero debes acudir al médico inmediatamente para que valore la situación y paute el tratamiento adecuado.