Aparecen entre 24 y 48 horas después de la práctica deportiva y causan dolor y rigidez muscular, pinchazos, fatiga general y debilidad de los músculos. El pico doloroso se produce a los 3 días y, normalmente, desaparecen de 5 a 7 días después. Consulta a tu médico. Se cree que se producen por la formación de ácido láctico por un mecanismo propio del organismo que no podemos controlar, pero que no puede inducirnos al sedentarismo.

La idea de tomar azúcar para reducirlas o evitarlas ha quedado obsoleta y son muchos los expertos que dicen que no es así y que el consumo de glucosa no tiene ningún efecto sobre la situación y plantean la existencia de una solución diferente. Los estudios científicos actuales han encontrado otras teorías para explicar la aparición de dolor muscular tardío (conocido por todos nosotros como agujetas) entre las que destacarían: microrroturas de fibras musculares por el movimiento, espasmos musculares por falta de flujo sanguíneo o microlesiones (similares a las roturas) por aumento de temperatura local. Además, las contracciones musculares excéntricas como bajar escaleras, correr cuesta abajo, sentadillas y flexiones causan mayor dolor.

Para prevenir su aparición se recomienda: realizar estiramientos previos y posteriores al ejercicio para oxigenar la musculatura, movilizar sacudiendo los músculos durante el ejercicio, darse una ducha fría al acabar, hacer un calentamiento previo, aumentar progresivamente el nivel de ejercicio y adaptar la musculatura a la carga de trabajo, etc. También se recomienda el uso de ciertos suplementos bajo control médico (como coenzima Q 10 y L-carnitina) y se cree que el consumo de antioxidantes antes y después de realizar ejercicio reduce los síntomas o los hace desaparecer completamente, siendo los más eficaces a este nivel los polifenoles, el café y el cacao.

Si ya las estás sufriendo, el tratamiento pasaría por el consumo controlado de AINEs como el ibuprofeno (la aspirina no se ha demostrado útil), terapias físicas (masaje, ultrasonidos impartidos por un especialista), aplicar frío local, consumir suplementos nutricionales (isoflavonas de soja o aceites de pescado) bajo control, realizar ejercicio aeróbico suave (pues aumenta el flujo sanguíneo), descansar y recuperarse tranquilamente sin forzar, disfrutar de un baño de hielo o contraste, realizar estiramientos suaves, etc.

Lo importante es comprender que no podemos pensar en ellas como una excusa para no hacer ejercicio. Es cierto que son dolorosas, pero no pueden limitar nuestra actividad física ni convertirnos en personas sedentarias por temor a padecerlas. Empieza a hacer deporte de manera paulatina sin sobrecargas iniciales, calienta antes y después de trabajar tu musculatura y consulta a un experto tus dudas porque hay profesionales muy cualificados que pueden ayudarte.