En esta línea, se han tratado de recuperar hábitos alimentarios que garantizan una mayor calidad de vida para uno mismo y para el entorno que le rodea. Se han sucedido campañas a favor de la Dieta Mediterránea, las iniciativas slow food o los intentos por preservar el patrimonio gastronómico, entre otras medidas. Y una vez más, además de cuidar el medio en el que vivimos, llevar una alimentación sostenible acarrea numerosos beneficios para la salud, y para nuestra economía.

Y cómo es una alimentación sostenible

Se puede organizar una dieta de este tipo en nuestro hogar si tenemos en cuenta la proximidad del origen de los alimentos que consumimos, las cantidades justas, la variedad estacional y la naturalidad; adaptándolo a la edad, circunstancias y por supuesto, teniendo en cuenta que este tipo de alimentación contribuye a la prevención enfermedades.  Actuando de esta forma, colaboraremos a no agotar los recursos naturales y a respetar la biodiversidad. Y sin duda, también tiene que ver la forma en la que cocinamos nuestro menú.

Comprar alimentos de nuestro entorno y de temporada

Una de las acciones que contribuye a este objetivo es consumir los alimentos que se producen en nuestro entorno más cercano, comprar aquellos que sean de temporada y fijarse, sobre todo, en aquello que se han elaborado siguiendo las reglas de la ecología. Pero no sólo hay que fijarse en estos aspectos, también hay que tener en cuenta que realizar una compra ecológica también conlleva un actitud ante esta forma de vida con hábitos como no abusar del uso del coche, elegir productos biodegradables llevar las bolsas para reutilizarlas, calcular bien las cantidades y elegir el fresco más cercano, la conserva más local y el producto más natural.

Dieta saludable y sostenible

La alimentación sostenible está ligada a la dieta equilibrada. Son dos caras de una misma moneda, puesto que buscar el equilibrio es el punto de partida de una alimentación saludable y para lograrlo se ejercitan acciones sostenibles.

Esto es fácil de comprobar cuando se cambian los hábitos insanos por otros sanos: se logra introducir verduras y frutas a diario, se reduce la ingesta de azúcares, de grasas, de carnes rojas; se recuerdan las legumbres, los huevos y los cereales completos; se evitan los aditivos añadidos. Todas estas acciones son compatibles, es más, son casi redundantes con una dieta responsable.

Beneficios económicos

Los beneficios socioeconómicos son cada día más evidentes. En una contabilidad inmediata y a corto plazo los cambios no son sensibles, pero toda la economía, también la doméstica, se fortalece cuando se juzga a medio y largo plazo. Comprar lo justo, comprar lo que está en temporada, cocinar con la mejor técnica, aprovechar las sobras, caminar para comprar los productos frescos, gustar de lo local, de lo natural... todas estas acciones son sostenibles. Del mismo modo que al buscar la salud, sus primeros efectos se notarán transcurrido un tiempo y su resultado se disfrutará a lo largo de toda la vida. Pero sí, aportan beneficio económico, beneficio en la cuenta de resultados.