La visión se desarrolla hasta los 6 años de edad, adquiriendo su madurez hacia los 12 años aproximadamente, de tal modo que si los 6 primeros años de vida son fundamentales para una visión de calidad y los siguientes acaban de potenciarla y afianzarla, parece razonable cuestionar la bondad de unos sistemas que emulan artificiosamente el entorno visual real.

La recreación de imágenes tridimensionales, sobre una superficie plana, parte de crear un sistema de visionado en el que cada ojo recibe una imagen del mismo objeto pero bajo ángulos distintos, tal como sucede en la realidad. Esta principio determina, frente a la película en 3D, una disociación entre el esfuerzo monocular de acomodación, para enfocar la imagen sobre el plano real de enfoque representado por la pantalla y el esfuerzo de convergencia, de ambos ojos (binocular), para centrarse fuera del mismo, representado por el efecto tridimensional. Este plano virtual – y en consecuencia artificial- de convergencia se percibirá como avanzado o retrasado respecto al plano real de enfoque, según el efecto inducido por el sistema de visionado.

Luego, enfocar cada ojo en un plano real, mientras ambos convergen en otro plano virtual, podría parecer poco recomendable, sobre todo para el inmaduro sistema visual infantil. Sin embargo, resulta todo lo contrario, la eventual disociación entre la acomodación y la convergencia oculares representa un ejercicio saludable para el sistema visual infantil, estimulando su flexibilidad y elasticidad, entrenándolo en una mayor y mejor operatividad.

Los sistemas de visionado en 3D, si están bien realizados y no se usan de forma compulsiva (todos los excesos son malos), pueden ser incluso recomendables como complemento a la terapia de los trastornos de la visión binocular.

Además el 3D ofrece la posibilidad de detectar alteraciones visuales, muchas personas que no toleran o se cansan frente a las películas en 3D, padecen anomalías en el funcionamiento simultáneo y coordinado de ambos ojos. Estas anomalías binoculares suelen pasar desapercibidas fuera de las salas de cine, en donde las condiciones para una percepción estereoscópica estable y cómoda son menos perceptibles.

Sin duda, la “cara de póker” de un niño o niña en el cine o en el salón de casa, frente a un efecto en 3D espectacular, nos estará diciendo que, muy probablemente, padecerá un déficit significativo en su visión binocular.

La percepción tridimensional o estereopsis representa la máxima expresión  en el grado de organización visual. Gracias a la estereopsis podemos calcular distancias, espacios, tamaños y volúmenes con precisión, desenvolvernos y sentirnos mejor en el entorno, leer más rápido y comprender mejor lo leído, pudiendo disponer de una percepción más rápida, cómoda y eficiente. La estereopsis nos hace vivir en 3D.