Con un clima mediterráneo muy agradable, cualquier época del año es buena para visitar Lisboa. El centro histórico de la ciudad conserva toda la esencia de una población humilde y marinera, con suelos adoquinados, balcones con ropa tendida y pequeños comercios tradicionales. Los diferentes barrios están situados a distinto nivel, por lo que en ocasiones habrá que subir escaleras; por suerte, los tranvías de aspecto vintage y los famosos elevadores facilitan el recorrido al turista.

El origen de Lisboa lo encontramos en el barrio de Alfama, un laberíntico recorrido de calles estrechas donde se ubican la Catedral y el Castillo de San Jorge, construcción situada sobre una colina desde donde se puede disfrutar de unas espectaculares vistas sobre la ciudad y la desembocadura del Tajo.

La Baixa es el corazón de la ciudad, un barrio reconstruido después del terremoto, a mediados del siglo XVIII, donde se sitúan los principales monumentos en torno a la Plaza del Comercio y el Rossío. El Barrio Alto es la zona comercial y de ocio de Lisboa, con un ambiente bohemio y calles originales del siglo XVI, a las cuales podemos acceder por medio de los famosos elevadores: el de Santa Justa, una construcción de hierro de estilo neogótico, y el elevador Da Glòria, que es en realidad un tren funicular del siglo XIX.

Otro de los barrios más populares es Chiado, cuyo urbanismo fue trazado en 1988 por el famoso arquitecto portugués Álvaro Siza. Aquí se pueden visitar monumentos muy interesantes, como el Convento do Carmo, con las impresionantes ruinas de su iglesia gótica, y el Teatro Nacional San Carlos. En esta zona bulliciosa y turística se encuentra uno de los cafés más antiguos de la capital portuguesa, A Brasileira. El barrio era lugar de reunión para los escritores portugueses de finales del siglo XIX, como nos recuerda la estatua del célebre poeta Fernando Pessoa.

Alejado del centro de Lisboa, el barrio de Belém es el encargado de rememorar las grandes hazañas de los conquistadores y navegantes portugueses, presentes en el colosal Monumento a los Descubridores. Al lado se encuentra la singular Torre de Belém, una construcción de fantasía que vigilaba la ribera del Tajo. También en esta zona, rodeado de jardines y fuentes, se encuentra el Monasterio de los Jerónimos, el principal representante del estilo arquitectónico manuelino. No puedes abandonar Belém sin probar sus famosos pasteles, servidos en una de las confiterías más antiguas de la ciudad.

Una visita a Lisboa da mucho de sí, pudiendo recorrerse otros lugares de interés como el Campo de las Naciones, el mejor exponente de la arquitectura contemporánea de la capital portuguesa, así como conocer alguno de sus numerosos museos, de entre los que destaca la elegante colección de la Fundación Calouste Gulbenkian. Degustar algún plato elaborado con bacalo y escuchar música en un local de fado completan una visita perfecta a la ciudad lusa.