La muerte forma parte de la vida, son situaciones que tarde o temprano debemos afrontar junto a nuestro entorno familiar; son momentos complicados donde los sentimientos fluyen de manera directa y la carga emocional es tremendamente fuerte. Compartir el fallecimiento de un familiar con los más pequeños debe realizarse de manera positiva y natural, hecho que no es muy frecuente.

Tradicionalmente la muerte es tratada de manera cerrada y oscura, lo que conlleva distanciar a los niños de esta situación, e incluso aislarlos del entorno. No hay nada más perjudicial que promover una distancia entre la muerte y los más pequeños. El exceso de protección es perjudicial para el correcto crecimiento de nuestros hijos. Ante una muerte, las dudas, la incomprensión y la lejanía afectan en todos los sentidos, creando una laguna educativa ante estas situaciones

Los niños no son ajenos a lo que les rodea. Cualquier cambio de actitud, rutina, gesto... son capaces de interpretarlos e influyen en su comportamiento. Por ello, comprender la muerte y sus consecuencias es un bien natural básico para su desarrollo personal.

Hablar con ellos, explicar lo que está sucediendo, responder a sus preguntas y compartir nuestro dolor con ellos es muy sano. Debemos mantener una comunicación fluida sobre la muerte, su carácter irreversible y universal. Dependiendo de la edad y madurez del niño, intentaremos ser más profundos en las explicaciones sobre nuestras emociones.

A partir de los 6 y 7 años de edad, los niños pueden entender la diferencia entre la vida y la muerte, su existencia y consecuencias; mostrar el significado de la desaparición de un ser querido, el funeral, la tristeza, es vital para la correcta comprensión del momento.

No es habitual compartir la muerte con los más pequeños. De hecho, es común escuchar voces en contra: "el niño sufre", "no lo va a entender", "no hay necesidad de"... El duelo en los niños debe entenderse como una lección de vida más, una oportunidad para mostrar la realidad en la que vive, sin tapujos, con mucho cariño y comunicación.

Los niños educados de forma abierta frente a la muerte, en un futuro, serán capaces de desenvolverse de forma correcta, sin miedo y con decisión ante la pérdida de seres queridos.