Corría el año 1839, cuando Josep Masriera Vidal abría el taller joyería del mismo nombre en el Passeig de Gràcia, 26. Su nieto Lluís, tercera generación al frente del negocio, se encargaría de trasladar el estilo Art Nouveau a la joyería catalana. Algo que nadie hacía dentro del gremio. Así empezaría a dar forma a numerosos personajes mitológicos (ninfas, quimeras, sirenas, dragones y aves fénix), insectos, sobre todo libélulas, flores e incluso hojas de tallos retorcidos, con movimiento.

"Yo destacaría las formas asimétricas e irregulares. Lo puedes ver en las alas de las ninfas. Este detalle le da un valor artesanal y exclusivo a cada una de las joyas", explica Cristina Camps, directora de tienda Bagués Masriera, durante nuestra visita a este establecimiento centenario incluido en el patrimonio artístico y cultural de Barcelona.

En cuanto a técnicas, Masriera importó el plique a jour, muy popular en Suiza, que reproduce el efecto vidriera en los esmaltes al fuego. "Lluís Masriera era un gran fan del trabajo de George Fouquet y René Lalique, centrados en el Art Nouveau (Modernismo) y el universo femenino", añade Camps.

Como un cuento de hadas

Si viajamos al siglo XIX, llegamos a la conclusión de que Masriera fue un visionario para su época: "Si te fijas en las ninfas, parece que se acaben de levantar de la cama. Están en posturas sinuosas, algo sensuales. La expresión artística debería ser libre y no estar sujeta a ninguna censura", explica Camps, quien considera estas joyas una especie de "cuento de hadas".

A partir del año 1915, Masriera se fusionó con la marca Carreras. Las joyas empezaron a adoptar rasgos de la corriente Art déco, priorizando la simetría y las formas geométricas. Hoy en día, se puede producir cualquiera de las joyas ideadas por Lluís Masriera, a partir de los libros con los dibujos y los moldes originales de entonces."Hay 700 libros con más de 4.000 diseños. Es cierto que algunos, con el paso del tiempo, se han degradado: tienen más de 100 años", aclara la directora de la tienda Bagués Masriera.

Los precios oscilan entre los 700 euros de algún broche a los 5.000 de algunas ninfas. De estas últimas, hay más de 600 modelos, con distintas alas, colores, piedras y acabados.

Innovando sobre joyas centenarias

A partir del diseño original, Bagués Masriera sigue innovando en colores y piedras más modernas. Entonces, la mayoría de las joyas llevaban zafiros, aguamarinas, esmeraldas o rubíes, como piedras preciosas, junto con algunas semipreciosas. En la actualidad, se han incorporado tanzanitas, turmalinas rosas, zafiros de colores y ópalos más oscuros, siempre y cuando encajen con la pieza.

En cuanto a los colores, se intenta mantener una coherencia con la pieza original. Como si fuera un juego de niños, los artesanos siguen el dibujo inicial, donde constan unos números, que hacen referencia a unos colores u otros, y el orden en el que se deben colocar. Dentro del horno, no vitrifica igual un azul que un rojo: el primero necesita más tiempo para alcanzar la tonalidad deseada. "Por eso se debe seguir -detalla- un orden concreto. Por ejemplo, poner primero los blancos y, por último, los rojos. Es un proceso muy complejo, pero muy bonito de ver. Es artesanía pura".

La pandemia les ha obligado, "a marchas forzadas" a crear dos webs para cada una de las colecciones, así como una plataforma de pago online. Así han podido mantener el contacto con los clientes, la mayoría turistas extranjeros, y así hacerles llegar los pedidos a domicilio. El comercio electrónico les ha permitido innovar y ser más proactivos, adaptándose a las circunstancias, como otros establecimientos del ensanche barcelonés.

Apertura en un edificio modernista

En el año 1950 abría sus puertas la tienda situada en la Casa Amatller, edificio modernista de Josep Puig y Cadafalch junto a la popular Casa Batlló, en el Passeig de Gràcia 41. Rozando la década de los 70, Bagués se fusionó con Masriera,garantizando la supervivencia de este legado modernista hasta nuestros días.

Muchos barceloneses recordarán también la antigua joyería El Regulador, y su báscula gigante en la puerta,situada en la Rambla, 37. El edificio, del año 1848, fue comprado por Bagués Masriera y reconvertido en hotel con una exposición permanente de joyas modernistas de la casa.

Despertando emociones

Desde entonces, se pueden hallar dos colecciones completamente distintas en la joyería: Bagués, más contemporáneas, y Masriera, de estilo modernista. Aun así, ambas tienen un nexo común: el esmaltado al fuego, ya que le da un efecto "muy bonito" a las joyas."En 1988, Bagués lanzó Menorca, su primera colección con esmaltes. Todavía es nuestro producto estrella", recuerda Camps.

Después vinieron otras colecciones como Vitralls (Vitrales), Dansa (Danza), esta última inspirada en el bailarín ruso Vaslav Nijinsky, de principios del siglo 20, Ebony, que recrea los tonos y texturas del ébano africano y Eternity, la última diseñada antes de la crisis sanitaria, entre muchas otras. Eternity fue una colección nupcial que tuvo una gran acogida. "Las joyas nos acompañan en ocasiones especiales, que recordamos con cariño. Existe un componente de relevo generacional en cada pieza Bagués Masriera. Cuando le regalas esa pequeña obra de arte a tu hija, compartes también momentos de vida", concluye.