La agorafobia existe y no resulta fácil vivir con ella. Afecta a quienes la padecen y a sus allegados porque la calidad de vida del enfermo es muy baja y arrastra en su actuación a quienes le rodean. Suelen ser personas dependientes de los demás en los que encuentran el apoyo imprescindible para realizar alguna de las actividades que más temen.

Es un trastorno catalogado en el DSM-5 donde se señala que, entre otros síntomas, quien lo padece presentaría miedo o ansiedad intensa acerca de dos o más de las cinco situaciones siguientes:

1. Uso del transporte público. Automóviles, autobuses, trenes, barcos y aviones, entre otros, les producen una enorme ansiedad. No pueden utilizarlos o, si lo hacen, es a costa de un enorme sufrimiento y miedo. ¿Cómo se van a desplazar o acudir a una cita? ¿Cómo van a viajar y conocer lugares interesantes? Su vida está absolutamente limitada.

2. Permanecer en espacios abiertos. Les afecta profundamente mantenerse en zonas de estacionamiento, mercados, puentes o calles y plazas amplias, entre otros. Toleran con sufrimiento estas situaciones y prefieren evitarlas. No pueden ni dar un paseo sin sentirse ansiosos o temer que les suceda algo terrible.

3. Acudir a sitios cerrados. Entrar en una tienda, un teatro o un cine les genera terror y evitan su asistencia con excusas de todo tipo. No pueden ni hacer la compra necesaria para su supervivencia porque el supermercado les provoca miedo y ansiedad.

4. Hacer cola o estar en medio de una multitud. No toleran esperar en una cola (con lo que esta situación supone actualmente hasta para comprar el pan) ni encontrarse con un excesivo número de personas (es más fácil evitarlo en este momento en que debemos mantener la distancia de seguridad, pero no vamos a vivir así eternamente).

5. Estar fuera de casa solo. Buscan un acompañante en el que poder apoyarse para superar su miedo a todo lo relacionado con la falta de seguridad que supone cualquier situación que ellos consideran temible.

Utilizan un mecanismo de afrontamiento muy perjudicial e incompatible con disfrutar una vida normal. El enfermo teme o evita estas situaciones porque cree que escapar podría ser difícil o porque podría no disponer de ayuda si aparecen los síntomas que tanto temor le producen (pánico, miedo a caerse, miedo a la incontinencia o miedo a presentar temblores, entre otros). Esta evitación debe ser tratada por un especialista.

Como las situaciones agorafóbicas le provocan miedo o ansiedad, ya sean espacios abiertos o cerrados y les generan un gran sufrimiento, intentan evitarlo quedándose en casa. El miedo, la ansiedad o la evitación le causan un malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento normal.

Las limitaciones que padecen estos pacientes implican la necesidad real de ser tratados por personal especializado. Resulta fundamental acudir a la consulta médica y seguir un tratamiento psicológico adaptado para aumentar su bienestar físico y psicológico.