Se considera que existe alergia a las proteínas de leche de vaca cuando una persona, tras la ingesta de lácteos procedentes de la vaca manifiesta una respuesta anormal en la que aparecen síntomas que se pueden englobar dentro de las reacciones adversas a alimentos y con un mecanismo inmunológico implicado. Se considera una alteración más grave que la intolerancia.

Ambas alteraciones (la alergia y la intolerancia) pueden aparecer cuando el bebé alimentado con leche materna consume también alguna toma de las fórmulas artificiales elaboradas o cuando la madre toma lácteos como parte de su propia alimentación.

El proceso de desencadena con pequeñas cantidades de proteínas lácteas y puede producir urticaria y reacciones alérgicas importantes. En la intolerancia los síntomas más frecuentes son: eccemas, diarreas, fisuras anales, llanto, cólicos y dolor abdominal.

Entre los factores de riesgo para sufrir la alergia se encontrarían: antecedentes familiares de alergia, administración precoz de sustitutos de leche con posterior lactancia materna y la administración intermitente de leche artificial durante la lactancia materna.

En el momento en que existe una sospecha de alergia hay que acudir al pediatra y realizar pruebas alérgicas específicas. Si se comprueba clínicamente la presencia de síntomas más o menos graves de sangrado intestinal o choque anafiláctico con vómitos, palidez, malestar, urticaria y/o angioedema con pruebas de alergia positivas o negativas, el pediatra indicará la retirada de cualquier fuente de proteínas de leche de vaca del bebé.

Estas 3 recomendaciones permiten reducir el riesgo:

1. Cuando un niño alimentado con leche materna presenta síntomas relacionados con una intolerancia se deben suprimir totalmente las proteínas procedentes de la vaca de la dieta materna. Con esta sencilla modificación, la mejoría suele ser inmediata.

En la mayoría de niños los síntomas se repiten en cuanto se produce un mínimo contacto al reintroducir lácteos en la dieta de la madre. Normalmente, entre los 18 meses y los 2 años suelen desaparecer.

2. La mejor opción para reducir el riesgo de enfermedades alérgicas consiste en mantener la lactancia materna exclusiva 6 meses y evitar la introducción de leche de vaca y derivados lácteos antes de los 12 meses en niños con un alto riesgo de alergia por presentar antecedentes de alergia en familiares de primer grado, por ejemplo.

3. Utilizar fórmulas libres de proteínas de vaca para elaborar el biberón. Existen numerosas opciones saludables en el mercado adaptadas a este tipo de pacientes.

No podemos olvidar el aporte de calcio materno. La leche y sus derivados son una fuente importante, pero existen muchos otros alimentos de los que se puede obtener. Destacarían: lentejas, soja, frutos secos, anchoas, sardinas en aceite, almejas, marisco, calamares, pescado y carne. No es imprescindible tomar queso, yogur o leche para mantener los niveles adecuados de calcio en la madre que amamanta a su bebé.