Durante el primer año de vida, los seres humanos somos muy dependientes. El instinto nos conduce a realizar conductas que fortalezcan la relación de apego con el cuidador principal, normalmente la madre. Ella es la que satisface las necesidades del recién nacido pues aporta cariño, alimento, protección y consuelo.

Son muchas las familias que practican el colecho, es decir, comparten la misma cama. Este contacto continuado favorece el desarrollo del vínculo afectivo, aumenta el bienestar del bebé y su desarrollo general. Es una práctica más frecuente en los niños alimentados con lactancia materna que en los que toman biberón.

Además, el colecho facilita el mantenimiento de las pautas de lactancia maternal (lo que favorece el sueño del lactante ya que la leche materna contiene triptófano, un elemento que actúa como inductor a nivel cerebral), disminuye el riesgo de que se presenten en el bebé hipoglucemias o apneas y tiene un efecto protector frente al Síndrome de Muerte Súbita del Lactante.

El patrón de sueño se modifica en los primeros años de vida. Aunque no existe una pauta idéntica, generalmente, las horas de sueño y los despertares nocturnos van disminuyendo. Cuando el bebé se despierta por la noche, con pesadillas, asustado y llorando, busca el consuelo de sus padres pues son su fuente de afecto y apego. El colecho favorece el contacto.

Pero no todo son ventajas y son muchos los expertos que señalan que la forma más segura de dormir para los lactantes menores de seis meses es en su cuna, boca arriba y cerca de la cama de sus padres.

Se genera una discrepancia relacionada con el hecho de que la lactancia materna tiene un efecto protector frente al Síndrome de Muerte Súbita del Lactante, que el colecho beneficia el mantenimiento de la lactancia materna pero también aumenta el riesgo de Síndrome de Muerte Súbita del Lactante. Los padres se sienten atrapados ante estas discrepancias y deben asumir una decisión compleja.

Los expertos señalan que el colecho no debe ser recomendado en los siguientes casos:

1. Relacionados con el bebé: en prematuros, con bajo peso al nacer o menores de tres meses.

2. Relacionados con los padres: consumidores de tabaco, alcohol, drogas o fármacos sedantes o en situaciones de cansancio extremo como el postparto reciente.

3. Relacionados con el ambiente: utilizar superficies de descanso muy blandas y compartir la cama con otros familiares, con otros niños o con varias personas.

Dormir o no con el bebé es una decisión de los padres que debe ser consultada con el pediatra para recibir toda la información precisa en cuanto a las ventajas e inconvenientes de esa práctica. Existen varias opciones adecuadas como utilizar una superficie independiente adosada a la cama de los padres o colocar la propia cuna pegada a la cama.