Nueve alumnos de Elisava, Facultad de Diseño e Ingeniería de Barcelona, han diseñado objetos innovadores que reinventarían cualquier ágape en el restaurante Cocina Hermanos Torres. Para ello, han creado piezas que estimulan los cinco sentidos, a partir del espacio, servicio y productos del restaurante. Cada una de las propuestas ha ...
Nueve alumnos de Elisava, Facultad de Diseño e Ingeniería de Barcelona, han diseñado objetos innovadores que reinventarían cualquier ágape en el restaurante Cocina Hermanos Torres. Para ello, han creado piezas que estimulan los cinco sentidos, a partir del espacio, servicio y productos del restaurante. Cada una de las propuestas ha contado con la colaboración de Sergio y Javier Torres y su equipo.
Las propuestas incluyen platos que cambian de luz y color según la temperatura de los alimentos y utensilios que hacen levitar los alimentos y visibilizan el aroma de la comida. También se han mostrado soportes para lamer sin cubiertos. Sergio y Javier Torres -tres soles Repsol y cuatro estrellas Michelin, por dos negocios: el desaparecido Dos Cielos y Cocina Hermanos Torres- planteaban un reto: romper el tradicional papel pasivo del cliente; reinventar la manera de disfrutar cada comida y ofrecer una experiencia sensorial diferente.
El diseño asociado a la gastronomía y la cocina (Food Design) gana terreno a medida que el comensal pide experiencias gastronómicas innovadoras. Se pretende, pues, despertar emociones con cada comida. El placer de comer se puede intensificar, sea cual sea el sabor de los alimentos cocinados y emplatados.
La irrupción del COVID-19 hace aún más relevante el papel revulsivo del diseño y la innovación en la industria gastronómica. La restauración, uno de los sectores que más ha sufrido los estragos de la crisis económica, busca soluciones que mejoren y generen nuevas experiencias de los clientes.
El proyecto Aroma, del alumno Tomás Cano, es un utensilio elegante y sofisticado que permite hacer una "cata olfativa" antes de degustar. La propuesta se concreta en copas individuales que conservan el aroma de la comida que se degustará a continuación. El proyecto resalta la importancia del olfato en la gastronomía y ofrece una nueva forma de entender el arte culinario.
Primitive, de Alejandro Linares, es un conjunto de tres piezas de vidrio (que contienen la comida) pensadas para ser lamidas directamente, sin la intermediación de los utensilios tradicionales. Las piezas, de diferentes tamaños, permiten interactuar con el plato de maneras diferentes (poniendo la cabeza dentro, por ejemplo). Es un proyecto que invita a conectar directamente la lengua con la comida, de forma instintiva y natural. Esta nueva fómula rompe y desdibuja los convencionalismos y códigos sociales y culturales establecidos. Por ejemplo, en Extremo Oriente comer con las manos es un signo de aprecio por la comida; mientras que en Occidente se considera una falta de respeto.
El proyecto Aro, creado por Pedro Glatzel, introduce por primera vez la magia en el mundo de la gastronomía y hace levitar la comida. El cliente se convierte en mago e interactúa con el producto: Aro dispara aros de vapor comestible y, después, el comensal las tiene que cazar al aire con su boca.
Sense, creado por la alumna Anna Ballesté, son cinco utensilios individuales dedicados a cada uno de los cinco sentidos. La idea es que el cliente imagine el plato y lo perciba de forma aislada a través del olfato, la vista, el oído, el tacto y la boca. La propuesta quiere romper con la forma tradicional de degustar, y busca potenciar aún más la comprensión del plato y la valoración del acto gastronómico. Los cinco sentidos intervienen de forma individual y escalonada.
El proyecto 3 Morteros, de David Fernández, consiste en tres piezas hechas de piedra, un material natural que los humanos han trabajado desde la prehistoria. Los objetos pretenden hacer de la acción de moler una experiencia culinaria, casi ritual, que transmita la cultura de este gesto. Por lo tanto, se hace partícipe al comensal de la creación que degustará.
Playte, de Raül Gaya, es un plato que visibiliza la temperatura, gracias a materiales y pigmentos inteligentes. ¿Cómo lo consiguen? Mostrando cambios de color. El objetivo del proyecto es crear interacción entre el comensal y los alimentos. Es decir, potenciar la sensorialidad en el propio soporte.
Odo, de Berta Abad, es un aromatizador de copas que hace visible el aroma. Por lo tanto, consigue materializar el olor de los alimentos.
Handel, de Laia Homdedéu, consiste en una colección de tres copas de té de cristal transparentes que cambian de color una vez el té entra en contacto con el agua.
Por último, Clos, de Elisabet Arnal, se compone de una vajilla diseñada a partir de los residuos orgánicos que se generan en el restaurante Cocina Hermanos Torres. En concreto, del polvo obtenido de las cáscaras de buey de mar, erizo de mar, mejillón y huevo.
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