Un lugar llamado Consolación

Rosa Girona

A Consolación aún cuesta encontrarlo en los mapas... ¿No es así -casi siempre- con los lugares mágicos? Quien puso nombre a este lugar sabía lo que supone hallar la ansiada paz en la naturaleza, aunque solo sea para recargar fuerzas y volver al mundanal ruido...

17/06/2014

Monroyo, o Mont-Roig de Tastavins está situado a 857 metros sobre el nivel del mar, en el corazón de la comarca turolense del Matarraña. Del hotel, que le roba el nombre a la ermita, llama la atención su gran vocación naturalista. Como no tendría sentido haber llegado hasta Monroyo para encerrarse entre ...

Monroyo, o Mont-Roig de Tastavins está situado a 857 metros sobre el nivel del mar, en el corazón de la comarca turolense del Matarraña. Del hotel, que le roba el nombre a la ermita, llama la atención su gran vocación naturalista. 

Como no tendría sentido haber llegado hasta Monroyo para encerrarse entre cuatro paredes, las habitaciones de Consolación sólo tienen tres. La cuarta ha sido sustituida por un cristal, un gran ventanal con terraza, orientado a poniente, marco de una vista en la que sólo entran montañas de perfil suave, forradas de pinos. 

Estas habitaciones  se llaman kubes: 36 metros cuadrados de arquitectura sencilla, casi minimalista. Suelo de pizarra negra, bañera excavada en el mismo suelo, baño con ducha a parte, chimenea colgante, butaca y luz de lectura... Una tranquilidad amable, divertida, inspirada en la arquitectura de Craig Ellwood, mezcla del racionalismo germánico de Mies van der Rohe y el juvenil informalismo del sur de California.

Consolación es un hotel pequeño. Sólo tiene doce habitaciones. Diez son kubes y dos ocupan el primer piso de la antigua vivienda del ermitaño, un edificio de origen barroco, como la iglesia, aunque la ermita es mucho más antigua, del siglo XIV, según los registros.

La cocina está abierta a todas horas y sobre el mostrador, en todo momento, hay bebidas y alimentos de libre disposición. Desayunos, almuerzos y cenas se sirven en un antiguo cobertizo transformado en comedor de piedra, madera, acero y cristal. Los platos se basan en los productos del Matarraña y respetan las estaciones del año. Tienen sentido común y son contemporáneos. Estarían cómodos en la carta de cualquier restaurante que defienda la convivencia entre tradición y modernidad.

Puestos a salir de Consolación, nada mejor que el camino de Santiago, que pasa por la misma puerta de la ermita en ruta desde Tortosa a Zaragoza. Caminos hay muchos más, para recorrer a pie o en bicicleta, para cazadores y pintores. Muchos llevan hasta el río Matarraña, que puede remontarse sobre pasarelas que salvan los cañones más angostos. Otros mueren en cuevas con pinturas prehistóricas que son patrimonio de la humanidad. 

El cielo, precisamente, es otro regalo para el observador tranquilo de Consolación. De noche, sobretodo sin luna, el espinazo de la Vía Láctea. De día, todos los matices entre el azul y el naranja; desde el jardín, sobre el césped o la hamaca de la piscina, un balcón de agua integrado en la roca.

¿Mágico paraje, no es cierto? Desde aqui puedes adentrarte aun más en su interior...

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