Formas de contagio Su presencia es frecuente en niños y adolescentes, aunque puede afectar también a los adultos (en estos normalmente por vía sexual) pues la infección se puede contraer de formas diferentes. Lo más habitual es el contacto directo piel con piel en la que exista ya una lesión. También ...
Su presencia es frecuente en niños y adolescentes, aunque puede afectar también a los adultos (en estos normalmente por vía sexual) pues la infección se puede contraer de formas diferentes. Lo más habitual es el contacto directo piel con piel en la que exista ya una lesión. También se ha comprobado que se puede adquirir al entrar en contacto con objetos contaminados como toallas, juguetes, etc. Además, existe la posibilidad de la autoinoculación, porque al rascarse se liberan los virus a zonas adyacentes donde se desarrollan.
La prevención es fundamental. Evitar el contacto con la piel de enfermos, no intercambiar toallas o juguetes o ropa, evitar relaciones sexuales con afectados, utilizar preservativos (aunque su eficacia no está demostrada completamente), etc. Si los tienes en la cara, ten cuidado al afeitarte porque las cuchillas los rompen y diseminan virus por la zona, siendo aconsejable utilizar productos específicos.
No te enfades si tu hijo no se puede bañar en una piscina comunitaria. Los encargados de su seguridad conocen los riesgos que ello supone y tienen la obligación de evitar el contagio de los otros niños ¡y del tuyo!
Los síntomas son claros. Inicialmente se ve una pápula pequeña e indolora que va creciendo y cambiando de apariencia. Con el paso del tiempo, suelen formarse protuberancias pequeñas de color rosa, con una depresión central, en filas, grupos o racimos, de dos a 20, que no son dañinas pero generan un problema estético y de contagio (a uno mismo y a los demás). La inflamación y enrojecimiento depende de lo que se rasca el paciente, por lo que no es siempre igual.
Su disposición es variable. En los niños aparecen en la cara, el cuello, las axilas, los brazos y las manos; también se pueden presentar en otras zonas como el abdomen y las piernas, aunque respeta las palmas de manos y pies. En los adultos suelen aparecer en los genitales, abdomen e interior del muslo, pero pueden migrar a otras zonas.
El diagnóstico se basa en el aspecto de la piel, para lo que se debe realizar una completa historia clínica y un sencillo examen físico, siendo necesario diferenciarlo de otras patologías dermatológicas que cursan de manera similar. Raramente se precisa una biopsia.
El tratamiento debe ser pautado por el médico y dependerá de la edad, estado general, historial médico, estadío del proceso, tolerancia del niño al tratamiento, expectativas, etc. Normalmente las lesiones se curan solas en pocos meses pero hay tratamientos eficaces que el especialista prescribirá si fueran necesarios. Los más recomendables incluyen:
El pronóstico es bueno. La duración de las lesiones es imprecisa (desde unos meses hasta años), no suelen dejar cicatrices, salvo si el paciente se rasca y lacera la piel. Puede suceder que se produzca una infección bacteriana secundaria en la zona o que los moluscos sean persistentes.
¿Quieres escuchar nuestros podcast ? Únete a nuestra comunidad y sumérgete en un mundo de inspiración y empoderamiento para la mujer moderna.
Las últimas tendencias en salud, maternidad, viajes, cultura y feminismo en nuestra revista.
Acceso a noticias y newsletters exclusivas
Descarga de materiales únicos, como webinars, podcasts o vídeos
¿Te lo vas a perder?
Acceder