Los comportamientos agresivos forman parte del repertorio de conductas previsibles en niños y niñas. En los primeros años, estos comportamientos no tienen el objetivo de dañar al otro, sino de conseguir algo deseado. La razón es porque todavía no tienen el suficiente autocontrol para expresar su enfado con tranquilidad. Durante la ...
Los comportamientos agresivos forman parte del repertorio de conductas previsibles en niños y niñas. En los primeros años, estos comportamientos no tienen el objetivo de dañar al otro, sino de conseguir algo deseado. La razón es porque todavía no tienen el suficiente autocontrol para expresar su enfado con tranquilidad.
Durante la infancia, asimismo, la familia es el contexto que más influencia tiene sobre el niño. Las interacciones entre padres e hijos moldean la conducta agresiva, especialmente en lo que se refiere a la gestión de las consecuencias que se derivan de dicha conducta. Es importante tener en cuenta algunos consejos aportados por UNICEF en relación a las conductas agresivas, así como información útil para entender y empezar a cambiar.
Cuando el niño o niña se cría en un vínculo de dominación y autoritarismo, no le resulta fácil ser él/ella. Lo mas probable es que cuando sea mayor se transforme en un ser autoritario o, por el contrario, que sea una persona sometida durante toda la vida. Aprenderá que los problemas deben enfrentarse con violencia y aplicará esta enseñanza en todos los ámbitos de su vida.
Para evitar eso, UNICEF aconseja que:
Hay que tener presente este principio: el comportamiento agresivo no se hereda, se aprende. Y ¿cómo?:
Para prevenir la agresividad en los primeros años, hay que tratarlos con amor y respeto, enseñándoles a pensar en el otro y enseñando maneras no violentas de defenderse. También deben aprender a tener control de sí mismos, algo igual de importante que educarles en hábitos de vida saludables o sobre el uso de las nuevas tecnologías.
Si bien hemos comentado que la agresividad es un comportamiento típico de la niñez que hay que abordar para evitar que se desarrolle en el futuro, se aconseja fuertemente acudir al pediatra cuando la agresividad está destinada a hacer sufrir al otro e implica crueldad.
También es necesario acudir a un experto cuando la agresividad es demasiado frecuente o se desata ante pequeñas cosas, cuando es la única manera de solucionar los problemas, y cuando es tan intensa que se convierte en un peligro para sí mismo y para otros.
Siempre vamos a estimular los buenos hábitos y comportamientos para conseguir que los niños y niñas los pongan en práctica. Cuando eso no ocurra, tendremos que aplicar sanciones al comportamiento inadecuado. Para que una sanción sea saludable y efectiva, debe ser siempre una sanción no violenta (sin gritar, usar la fuerza física ni humillar).
Ejercer violencia física hacia niños y niñas, sea esta física o psicológica, como forma de disciplinarlos o con cualquier otro fin, representa una grave vulneración de sus derechos. Las consecuencias emocionales son muy negativas para él/ella, pues siempre afecta a la autoestima y la confianza en uno mismo y en los demás, y produce fuertes y complejas emociones, como miedo, tristeza, rabia, resentimiento, impotencia y desamparo.
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