Ante esta situación de llevar más de 50 días confinados en casa y la "fáctura" física y emocional que está acarreando a los ciudadanos, los investigadores quieren analizar qué consecuencias tiene el hecho de no poder salir para las personas que sufren algún tipo de dolor de manera habitual. Y ...
Ante esta situación de llevar más de 50 días confinados en casa y la "fáctura" física y emocional que está acarreando a los ciudadanos, los investigadores quieren analizar qué consecuencias tiene el hecho de no poder salir para las personas que sufren algún tipo de dolor de manera habitual. Y apuntan a que factores que se pueden producir durante el confinamiento, como el estrés, el miedo o el sedentarismo, pueden influir en el dolor crónico. «Queremos recopilar datos sobre cómo afecta el confinamiento al dolor, ya que no tenemos constancia de que haya ningún estudio al respecto en nuestro entorno», apunta Rubén Nieto, investigador del grupo eHealth Lab y profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Aunque los investigadores quieren analizar las impresiones de personas que sufran cualquier tipo de dolor físico, algunos de los más comunes son el dolor cervical y el lumbar, que se calcula que afectan a un 25% de los europeos. Además, este tipo de dolor de espalda lo sufre, por lo menos, el 40% de las personas en algún momento de su vida.
Una realidad que puede agravarse con el teletrabajo, ya que puede que no dispongamos de un espacio con las condiciones óptimas de la oficina, como puede ser una silla y una mesa con una buena ergonomía. «Pero no solo la ergonomía puede afectar, sino también la situación en la que se desarrolla el trabajo. Hay domicilios con niños, que no van a la escuela, y hay que compaginar la vida laboral, familiar y social. Esta realidad combinada, con un nivel de carga de trabajo elevado, puede incrementar el estrés y aumentar el malestar de las personas con dolor», describe Nieto.
Los investigadores de la UOC indican que muchos dolores físicos, como los de espalda, tienen orígenes que van más allá de los fisiológicos, ya que es una realidad en la que influye cómo nos sentimos en cada momento. Además, las interacciones con personas de nuestro entorno también pueden condicionar nuestro dolor.
Para afrontar esta realidad, apuntan los investigadores, existen las denominadas «intervenciones psicosociales». Estas terapias incorporan técnicas como la reestructuración cognitiva, lo que supone ser conscientes de que nuestra forma de pensar afecta cómo nos sentimos y el dolor, y que tenemos que cambiar los pensamientos negativos por otros más adaptativos; o la distracción, que consiste en hacer alguna acción para distraer la atención, ya que, si no al no estar tan pendientes del dolor no nos afecta tanto.
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