El sexo es igual a deseo, pero muchas veces se practica sin tener ganas. La pasión puede despertarse por una simple caricia, un coqueteo en una discoteca o ser fruto de algo premeditado donde la lujuria ejerza un papel importante. Sea como sea, el sexo debe distinguirse como un acto ...
El sexo es igual a deseo, pero muchas veces se practica sin tener ganas. La pasión puede despertarse por una simple caricia, un coqueteo en una discoteca o ser fruto de algo premeditado donde la lujuria ejerza un papel importante. Sea como sea, el sexo debe distinguirse como un acto apetecible y no debe existir falta de decisión a la hora de rechazar una propuesta sexual que no nos interesa.
A pesar de todo, se ha demostrado que muchas veces algo nos impide decir "no" y frenar la situación en seco. De hecho, cualquier persona puede interrumpir el acto cada vez que lo crea conveniente sin tener que recibir ningún reproche por parte de la otra persona. De otra manera podríamos estar hablando de una práctica involuntaria o incluso forzada, algo que desgraciadamente ocurre a menudo.
Alguna que otra vez hemos escuchado aquello de "si tú te dejas llevar, yo ya no puedo parar y dejo de pensar". Dependiendo del contexto y de lo que pudiera suceder a partir de entonces, este planteamiento se podría definir de múltiples maneras. Lo que hay que dejar bien claro es que en el sexo debe existir un consentimiento mutuo y podemos pararlo en el momento en el que queramos, aunque la pasión se haya desatado.
Algunos estudios han revelado que algunas personas tienden a la excitación sexual y otras a la inhibición sexual, e incluso cabe la posibilidad de que puedan aparecer al mismo tiempo. Pongamos como ejemplo a una mujer que está excitada, pero de repente inhibe su impulso sexual. Lo cierto es que pueden existir varias razones que expliquen su actitud: que piense en las consecuencias derivadas del encuentro sexual, que realmente no le gusta esa persona o simplemente que no es el mejor momento.
El problema puede presentarse cuando la persona no tiene la capacidad para frenar a tiempo. Estamos hablando de personas que no se reprimen y que se excitan muy fácilmente. Para estas personas una palabra o un gesto puede tener una connotación sexual y un gesto cariñoso o un escote pueden ser para ellos claras señales o insinuaciones. Cuando esto sucede, las personas tienen una actitud de excitación muy alta en contraposición a una inhibición muy baja.
Todos estos argumentos pueden explicar los motivos por los que no tenemos sexo a pesar de quererlo o, todo lo contrario, es decir, tener sexo sin quererlo o desearlo realmente. Estas personas no son capaces de responder a sus deseos y muchas de ellas acaban practicando sexo de forma involuntaria y sin ganas simplemente por sentirse presionados por el contexto.
Lo ideal es contar con un nivel similar de excitación e inhibición para poder decidir abiertamente y contener nuestro comportamiento sexual cuando queramos. Para tener una satisfacción sexual plena debe existir deseo mutuo y orgasmos intensos. Además, la asertividad es clave para evitar la sumisión por una parte y que la otra persona se sienta rechazada y herida.
En resumen, resulta muy importante tomar nota de tres aspectos fundamentales para encontrar la armonía que necesitamos en el plano sexual:
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