Además del malestar físico, social y económico de sobra conocido, la pandemia ha traído a la población una marea de síntomas, secuelas y problemas asociados a una `nueva normalidad´ a la que es difícil acostumbrarse aunque hayan pasado más de nueve meses desde que estalló. Es más, cada día que pasa con tanta incertidumbre la salud emocional se va resintiendo.

Convivimos sin tenerlo en cuenta con una segunda pandemia invisible. Según un estudio llevado a cabo por Elma Research Institute en seis países europeos (Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia, España y Polonia) durante el confinamiento el 58% de ciudadanos han tenido síntomas de trastornos psicológicos al menos dos semanas. Incluso más en España, un 69% en España.

Insomnio, trastornos del sueño, falta de energía, tristeza, preocupación excesiva, falta de interés, ansiedad, pánico. La mayoría de los ciudadanos europeos han experimentado por lo menos dos de estos síntomas, una proporción que aún se mantiene.

La cara vacía

Pero aún hay otras secuelas más desconocidas, derivadas de otros cambios aparentemente menos importantes, como está ocurriendo con las medidas de protección. El psicólogo José Antonio Galiani ha sido el primero en ponerle nombre a uno de ellos que está empezando a tener una incidencia considerable, el `síndrome de la mascarilla´ o de `la cara vacía´.

Cómo afecta psicológicamente no ver el rostro completo de las personas con las que nos cruzamos e interactuamos fue la pregunta que se hizo Galiani recién salidos del confinamiento. Tras investigarla, acuñó el término.

Como ha explicado en varias ocasiones, se trata de un "conjunto de síntomas mentales y emocionales que nos ocasiona, por un lado, el dejar de tener puesta la mascarilla, debido a la sensación de vulnerabilidad a la enfermedad que podemos sentir y, por otro lado, el malestar que nos genera el ver a otras personas sin mascarilla".

Llevar la mascarilla impide expresarnos adecuadamente cuando vamos por la calle. Sin poder evitarlo afecta a las interacciones sociales con los demás. No saber si la persona que está enfrente está seria o alegre es una barrera comunicativa, que para algunos se vuelve demasiado difícil de sobrellevar. No es una percepción aleatoria, existen datos que lo confirman. Acorde a los últimos estudios, la mascarilla censura el 55% de la información de la que disponemos con la cara al descubierto.

Exposición al virus

Aunque, por otro lado, ver a alguien sin ella puesta o mal colocada produce el efecto contrario en otras personas, es decir, un fuerte sentimiento de inseguridad. Que el que esté enfrente no cumpla a rajatabla con las medidas de protección recomendada genera un sentimiento de exposición y fragilidad aún mayor ante el virus.

De momento el `síndrome de la mascarilla´ no tiene sintomatología específica ni un diagnóstico claro, y tampoco se puede comparar con otros trastornos como la depresión o la ansiedad. Si bien algunos especialistas ya se plantean cómo será volver a salir a la calle con la libertad que solíamos tener antes de que el covid lo revolucionara todo.