Naturaleza, como pasar tres días navegando los ríos de la selva de Borneo entre orangutanes, subir al volcán activo del monte Bromo, navegar en el mar de Komodo, hacer submarinismo en sus islas y hacer una visita a sus famosos dragones. Monumentos, como son los palacios de los reyes, los templos budistas de Bali, el templo budista de Borobudur en Java y el cercano complejo de templos hinduistas de Prambanam. Ahora bien, si quieres conocer una costumbre nueva e inigualable debes vitar Tana Toraja.

Tana Toraja es una región montañosa situada en el centro de la isla de Sulawesi, conocida en nuestro idioma como Célebes. Llegar hasta allí no es un camino de rosas y es necesario añadir al viaje altas dosis de entrega, paciencia y optimismo. Primero un vuelo de casi tres horas desde Yakarta hasta Makasar, capital de la isla de Sulawesi. Después nos quedará un trayecto de siete horas circulando por una carretera de nombre Transulawesi que recorre de sur a norte la isla, para dar con nuestro destino final, Rantepao, capital del "Estado" Tana Toraja.

Características del poblado Toraja

La región Tana Toraja está habitada aproximadamente por seiscientos mil habitantes. La mayoría son cristianos, mientras que el resto está sujeto a una minoría musulmana y otros grupos de tradiciones animistas. Estos últimos son los que llevan a cabo costumbres ancestrales muy admiradas y visitadas por los turistas.

Uno de los rasgos más característicos de este pueblo reside en sus casas con tejados que guardan homenaje a aquellos barcos que se dice vinieron de Indochina y que pueblan el paisaje de la comarca.

En sus casas no hay despensas. Estas se almacenan en otra construcción que se encuentra justo enfrente para evitar que el grano escuche las discusiones y palabras malsonantes de la familia. Esas palabras entristecen a la semilla y, en ese caso, o bien no procurará una buena digestión, o no podrá dar una buena cosecha.

El rito fúnebre de los Toraja

Sin embargo, si en algo destacan las costumbres de los Toraja es en su peculiar culto a la muerte.  De primeras porque al difunto no le llaman muerto, sino "enfermo". Y es que la persona fallecida, según sus creencias, en realidad tan solo está enfermo y esta condición cambia en el momento en el que se le pueda enterrar.

Para sorpresa del viajero, tanto el funeral como el entierro pueden celebrarse mucho tiempo después de la muerte, hablamos incluso de años. Mientras tanto, el "enfermo" permanece en el hogar y se le aplican una serie de remedios naturales para conservar el cuerpo en la medida de sus posibilidades. Eso significa que el fallecido permanecerá como uno más de la familia, sentándole a la mesa durante las comidas o acercándola a la ventana para que pueda admirar el paisaje.

Como el cuerpo tiende a descomponerse, no queda más remedio que amortajarlo. Cuando esto sucede, un chamán visita a la familia a menudo haciendo de intermediario entre los familiares y el muerto para que exista una vía de comunicación factible hasta que puedan sufragar el funeral. Para recaudar fondos, la familia muestra una pequeña bandera blanca justo a la entrada del sendero que va a su casa, indicando a todos que allí reside un "enfermo" y que necesitan ayuda para costear dicho funeral. Pero aún así, en ocasiones cuesta toda una vida acumular lo suficiente para llevarlo a cabo.

Muchos podrán pensar que un funeral no conlleva tantos ahorros y esfuerzos. Por lo tanto hay una pregunta en el aire que es necesario plantearse: ¿cuál es el motivo que puede justificar el retraso de un funeral y un entierro durante meses o años?

  *Fotos: Rodrigo Fernández en Facebook