El abordaje terapéutico es complejo y obliga a la combinación de diferentes mecanismos. Es fundamental mantener una actitud positiva ante las cosas de cada día evitando la excesiva preocupación por los pequeños problemas. Resulta conveniente marcarse objetivos diarios que se puedan alcanzar (ir a comprar a un sitio determinado, no dejar de hacer aquello que se había previsto, intentar no dar a los pequeños problemas de cada día más importancia que la que tienen, etc.)

Se están aplicando varios procedimientos, solos o combinados para reducir el dolor y mejorar la calidad de vida de los pacientes. Al tratamiento farmacológico se unen las denominadas terapias complementarias, el tratamiento psicológico y la realización de ciertos cambios en los hábitos de vida, especialmente a nivel dietético.

Alimentarse adecuadamente aumenta la calidad de vida del enfermo. El tratamiento prescrito, el soportar la sensación de dolor y los problemas emocionales asociados provocan la pérdida de apetito. A ello se unen el insomnio, el cansancio y la depresión, que no hacen sino dificultar aún más el cuidado propio.

Se recomienda: evitar el consumo de alimentos de origen animal porque aumentan la respuesta inflamatoria, reducir el consumo de sal ya que el exceso de sodio provoca edema e hinchazón, utilizar alimentos frescos y evitar las comidas preparadas y los platos precocinados, consumir las verduras cocidas o hervidas porque son más fáciles de digerir, comer pescado azul pues aporta ácidos esenciales Omega-3 (el arenque, el atún, el salmón y la caballa son las variedades más ricas), no utilizar excesivos condimentos, ni formas de preparación complejas, ingerir un litro y medio de líquidos cada día (preferentemente agua) y evitar el alcohol.

Un adulto sano puede cubrir todos sus requerimientos de macro y micronutrientes respetando una alimentación variada a base de productos naturales. Si fuera preciso recurrir a suplementos alimenticios, es el médico quien debe determinarlo, así como concretar la dosis y la duración del tratamiento. Resultan adecuados:

-la Vitamina C (presente en la fruta fresca especialmente en los cítricos, las fresas, las cerezas, las ciruelas y las zarzamoras, los pimientos verdes, las verduras de hoja verde oscura y la col roja),

-la Vitamina E (en las avellanas, las nueces, las semillas y los aceites de pescado, considerada beneficiosa contra los calambres y espasmos musculares),

-el Beta-caroteno (abundante en las zanahorias, las frutas cítricas y los vegetales de hoja verde oscura),

-el Selenio (mineral cuya carencia provoca debilidad y dolor muscular, presente en los productos lácteos, frutos secos, cebolla, ajo, tomate o brócoli),

-el Calcio (una baja concentración produce espasmos musculares; imprescindibles los lácteos),

-el Magnesio (participa en la transmisión de los impulsos nerviosos y en la contracción muscular). Concentraciones bajas producen apatía, debilidad, migrañas, asma, alergias, hiperactividad, depresión, ansiedad, calambres musculares, interrupción en el proceso de producción de energía del cuerpo y, lo que nos ocupa, fibromialgia.

-el Triptófano (aminoácido precursor de la serotonina)

- los Ácidos Omega-3 (en pescados como la caballa, el arenque, el atún, el salmón, las sardinas o las anchoas)