Con la llegada de la primavera, damos carpetazo a trastornos de invierno como la gripe. Pero no deberíamos porque aun podemos contagiarnos. Es más, como bajamos la guardia hay incluso más probabilidades de contraerla que en pleno invierno porque pensamos que el riesgo ya pasó.

Suben las temperaturas, la nueva luz parece que anuncia un ambiente limpio de virus y cualquier síntoma de gripe lo asociamos a las alergias típicas de estas fechas. Pero no nos engañemos, ni el calor ha sido capaz de desintegrar los virus ni el ambiente está lo suficientemente limpio para bajar la guardia.

Tenemos que seguir protegiéndonos ¿Cómo?
Especialmente con la higiene. Aunque es cierto que simplemente respirando podemos contraer el virus si estamos en contacto con objetos contaminados. Nos llevamos las manos a la nariz, a la boca o a los ojos y ¡el contagio ya esta aquí! Por eso lavarse las manos continuamente es una buena práctica para mantener alejada la gripe.
Si no tenemos un grifo a mano, una opción es llevar siempre encima un gel antiséptico (los hay de tamaños muy reducidos) para usarlos en cualquier momento. Sobre todo si estamos en contacto con alguien que pudiera parecer que está con gripe, aunque en los primeros estadios creamos que son síntomas de alergia.

Limpieza por dentro
Una buena idea también es limpiar con asiduidad los conductos nasales para de esta manera aumentar la resistencia a la gripe. Por la nariz pasan cada día 16.000 litros de aire dejando gran cantidad de partículas, bacterias, contaminación, etc.
La mejor manera de limpiar la nariz y mantener los conductos nasales despejados es administrar regularmente una ducha nasal. Elimina la suciedad y las bacterias acumuladas en las fosas nasales, los gérmenes son expulsados de las membranas nasales.
Podemos hacerlo con una jeringuilla y suero fisiológico o con una lota. Es un sencillo utensilio (de plástico, loza o acero inoxidable) para la limpieza y la higiene nasal. Con ella podemos limpiar la nariz, los compartimentos nasales y los senos craneales. Es una práctica originaria de India, con más de tres mil años de antigüedad, que consiste en hacer pasar una solución salina de agua tibia por un orificio nasal, para que salga por el otro.