No se pueden aportar cifras exactas que permitan cuantificar cuántos son porque se entremezclan en las estadísticas gubernamentales. En el pasado, a esta situación intermedia fueron transferidos muchos trabajadores para “ajustar” las plantillas de grandes empresas. Se han transformado en un colectivo numeroso que está buscando su propio hueco en la sociedad.

Los datos señalan que la edad de prejubilación más frecuente es 56 años y suelen pertenecer a empresas del sector financiero, químico-farmacéutico y consumo. Normalmente es un proceso voluntario, lo que resulta más beneficioso para ambas partes: empresa y trabajador. Cuando es forzosa, los problemas se multiplican.

La prejubilación es una etapa caracterizada por la ambigüedad. Estas personas son muy jóvenes para poder ser jubilados, son “muy viejos” para trabajar en otro sitio, no están en activo pero tampoco pueden considerarse desempleados, no están discapacitados pero no es fácil aceptar un nuevo trabajo. En estas afirmaciones influyen muchos factores que deben ser tenidos en cuenta, siendo fundamental la manera en que ellos mismos se acepten.

Existen muchas maneras de afrontar la prejubilación, pero hay patrones comunes que se repiten:

-Primero se sienten inútiles, se consideran un estorbo, no encuentran motivos para levantarse o buscar una nueva actividad que les motive.

-A continuación, una vez superada la etapa inicial, se sienten contentos porque no tienen obligaciones ni preocupaciones laborales y se encuentran “de vacaciones permanentes”.

-Finalmente, buscan nuevas actividades que les resulten agradables y llenen su tiempo porque se convencen de que será lo mejor para afrontar su nueva situación vital.

El éxito de la prejubilación dependerá de si son capaces de convertirla en una etapa positiva y productiva o en un momento de desdicha y tristeza. La idea es que llenen el tiempo, no que lo “pasen” esperando la vejez. Algunos prejubilados mantienen los horarios laborales y salen de su casa a la misma hora “para no estorbar”.

Es fundamental que sus necesidades económicas estén cubiertas para que el tema no les angustie y provoque una mayor tensión. También son diferentes las opciones que se les plantean si viven en la ciudad o en el campo, porque las actividades son diferentes en función del lugar de que se trate. Son muchos los que se trasladan de nuevo “al pueblo” a vivir en la casa familiar de la que se habían marchado muchos años antes. Son numerosos los que colaboran con ONG´s o se unen formando asociaciones de prejubilados que realizan diferentes actividades culturales y sociales.

Es fundamental el apoyo de los más cercanos y que tengan sus momentos de ocio fuera del trabajo. Organizarse antes de dejar de trabajar es la mejor opción para vivir una “prejubilación saludable”.