Los principales factores de riesgo son el tabaquismo, la hipertensión y un elevado índice de colesterol en nuestra sangre. También influyen los antecedentes familiares, el sedentarismo, la diabetes, la obesidad, el alcoholismo, etc., todos ellos (salvo la herencia) modificables. En tus manos está prevenirlos; es sencillo: dejar de fumar, controlar la tensión arterial, vigilar el colesterol, olvidar el sedentarismo, controlar el nivel de glucosa en sangre, mantener un peso adecuado, dejar el consumo de alcohol, reducir el estrés y vivir con tranquilidad.

De manera general, podemos destacar que:

-El consumo de sal no debería superar los 4-6 gr/día. No es imprescindible eliminarla completamente de la dieta, pero sí disminuir la cantidad que añadimos a lo que cocinamos. Todos coinciden en excluir de la dieta alimentos como embutidos, conservas, alimentos precocinados, quesos, etc., cuyo contenido en sal es muy elevado. Puedes sustituir el salero por especias como el orégano y la albahaca que dan muy buen sabor a los platos y favorecen la eliminación de agua.

-Los estudios relacionan la alta ingesta de azúcar con la frecuencia de aparición de enfermedades cardiovasculares. A pesar de que los hidratos de carbono son fundamentales en una alimentación equilibrada, los que de verdad resultan saludables son los denominados complejos frente a los simples (azúcar). Los primeros son de absorción lenta y se encuentran en pan, pasta, arroz, legumbres, etc., considerándose el “combustible” del organismo. Los simples aportan ese sabor dulce que tanto nos gusta a todos y se encuentran en la miel, la fructosa, etc. Son de absorción rápida, lo que provoca la liberación de insulina de manera rápida y favorece la acumulación de grasa. No son imprescindibles para la dieta, por lo que pueden excluirse (especialmente los que se han añadido a los productos elaborados). La OMS recomienda no superar las 100 calorías al día en mujeres y 150 en hombres, procedentes de estos azúcares simples para mantener tu corazón en perfecto estado.

-La apnea del sueño se relaciona con mayores probabilidades de desarrollar enfermedades como hipertensión, ictus, insuficiencia cardíaca, cardiopatía isquémica, etc. en personas de mediana edad. Los cardiólogos alertan de la importancia del sueño para prevenir enfermedades del corazón, ya que son muchos los estudios que los relacionan entre sí. Se cree que se debe a que se produce estrés debido a la disminución temporal del nivel de oxígeno en sangre. En la mayoría de los pacientes la parada de la respiración reduce la frecuencia cardiaca (pulsaciones), que vuelve a aumentar cuando se reanuda la respiración. Como suelen ser personas con hipertensión arterial, el riesgo aumenta. Esta situación mantenida en el tiempo puede ocasionar arritmias e incluso infarto.

Es un tema muy serio que presenta implicaciones vitales. Consulta a tu médico y sigue sus indicaciones para mantener una buena salud cardiovascular y evitar la aparición de enfermedades que pueden ser graves o mejorar la situación si ya las padeces.