"Resolved lo que queráis, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad de género humano en política, para que la política sea cosa de dos, porque solo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar; las demás las hacemos todos en común, y no podéis venir aquí vosotros a legislar, a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras". Esas pocas palabras de Clara Campoamor, recogidas en su obra El voto femenino y yo: mi pecado mortal, resumen a la perfección la que fue la lucha de toda su vida: el sufragio universal.

Nacida en Madrid el 12 de febrero de 1888 (hace hoy 133 años), Campoamor fue la principal impulsora del derecho de la mujer al voto en España, una utopía que se hizo realidad en nuestro país en 1931, pese a la oposición incluso de algunas corrientes de izquierda.

Dueña de su destino

Aunque su ejemplo para el feminismo va más allá. La grandeza de su figura es la de haberse fraguado un destino muy diferente al que le estaba marcado, siendo además de procedencia humilde y rodeada de un entorno muy machista. En una época en la que una mujer instruida no podía aspirar a mucho más que convertirse en secretaria o mecanógrafa, logró convertirse en una abogada brillante, en una notable escritora y en una política de prestigio.

Clara Campoamor no fue un personaje, como se suele decir "de su época", sino una fuerza avanzada y adelantada a su tiempo. No en vano, tenía 32 años cuando pudo retomar la secundaria, recibiéndose de bachiller en dos años para seguidamente matricularse en la Facultad de Derecho. Eran los años 20, y, claro está, las mujeres abogadas se contaban con los dedos de una mano. De hecho, en 1925 se convirtió en la segunda mujer en incorporarse al Colegio de Abogados de Madrid, siguiendo los pasos de Victoria Kent.

Kent vs. Campoamor, historia del feminismo

Precisamente el 1 de octubre de 1931, en plena Segunda República, Campoamor y Kent se enfrentaron en un duelo dialéctico a raíz de sus posturas opuestas sobre el sufragio femenino, dejando para la posteridad un debate que se convirtió en historia del feminismo. La diputada socialista se negaba a otorgar este derecho a las mujeres, considerándolas sometidas a la voluntad de sus maridos, padres o la propia iglesia. Defendía que no estaban dadas las condiciones para su implementación y proponía postergarlo.

"Si las mujeres españolas fuesen todas obreras, si las mujeres españolas hubiesen atravesado ya un período universitario y estuvieran liberadas en su conciencia, yo me levantaría hoy frente a toda la cámara para pedir el voto femenino. Pero en estas horas yo me levanto para decir lo contrario y decirlo con toda la valentía de mi espíritu, afrontando el juicio que de mí pueden formar las mujeres que no tengan este fervor y estos sentimientos republicanos que creo tener. Es por esto por lo que claramente me levanto a decir a la Cámara: o la condicionalidad del voto o su aplazamiento (…) Hoy, señores diputados, es peligroso conceder el voto a la mujer (…)", alegaba.

Campoamor, representante del liberalismo del Partido Republicano Radical (PRR), tumbó la argumentación, defendiendo ella sola una postura que iba incluso en contra de lo estipulado por su propia formación política.

"¿No sufrimos las mujeres las consecuencias de la legislación? ¿No pagamos impuestos para sostener al Estado? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que necesita largos años para demostrar su capacidad? Y, ¿por qué no los hombres? Somos producto de dos seres; no hay incapacidad posible de vosotros a mí, ni de mí a vosotros. Desconocer esto es negar la realidad. Negadlo si queréis; sois libres de ello, pero sólo en virtud de un derecho que habéis (perdonadme la palabra, que digo sólo por su claridad y no con espíritu agresivo) detentado, porque os disteis a vosotros mismos las leyes; pero no porque tengáis un derecho natural para poner al margen a la mujer".

El resultado de la votación fue de 161 votos a favor y 121 en contra, más 188 diputados ausentes. Así, Clara Campoamor puso su granito de arena a la conquista mundial del sufragio femenino.