La disquecia del lactante es una gran desconocida en el mundo de la puericultura, aunque suele ser un trastorno muy común entre los recién nacidos. Igual que los molestos cólicos, se trata de una disfunción benigna, es decir, no afecta la salud del bebé, y normalmente se suele resolver de ...
La disquecia del lactante es una gran desconocida en el mundo de la puericultura, aunque suele ser un trastorno muy común entre los recién nacidos. Igual que los molestos cólicos, se trata de una disfunción benigna, es decir, no afecta la salud del bebé, y normalmente se suele resolver de manera espontánea pasados unos días o unas semanas. Sin embargo, sí afecta a su bienestar y a su calidad de vida.
Si tu pequeño sufre muchísimo para hacer caca, se pone rojo, llora de manera inconsolable y, cuando al fin lo consigue, su caquita es blanda y líquida, con bastante seguridad sufra de disquecia.
Por lo tanto, aunque parezca que tiene estreñimiento, en realidad lo que padece el recién nacido es una dificultad para defecar por una falta de coordinación y control de los músculos implicados en el proceso.
En otras palabras, es aún demasiado pequeño, de manera que existe un asincronismo entre la acción que quiere desarrollar (empujar para evacuar) y lo que realmente hace su cuerpo. Al realizar un esfuerzo acaba haciendo tanto que acaba cerrando el ano, con lo que impide la expulsión de las heces.
Así la define la Asociación Española de Pediatría: "Es un cuadro que se define como al menos 10 minutos de esfuerzo y llanto antes de la emisión de heces blandas en menores de 6 meses. Se cree que se produce porque el bebé realiza los esfuerzos de empujar con el esfínter anal cerrado, y que por eso le cuesta. Cuando el esfínter se abre, salen las heces sin dificultad y cesa el llanto. Es un cuadro benigno que suele mejorar espontáneamente"
Cuando hay un caso de disquecia debes ir con mucho cuidado en cómo lo tratas. Lógicamente un recién nacido no debe recibir ningún tipo de laxante, menos porque su caca ya es líquida.
La estimulación del ano, si bien funciona, también es peligrosa, ya que se acostumbra a depender de esta ayuda extra y deja de hacer el esfuerzo por sí solo, y empezará a depender más el estímulo externo que al interno.
Es por ello que el mejor remedio es la paciencia, puesto que es una condición que pasará tarde o temprano. Así pues, solo necesitas aliviar al bebé cuando tenga una crisis poniéndolo al pecho para intentar que se relaje y se calme; doblándole las piernas encima de la tripa para aumentar la presión sobre el esfínter anal, facilitándole que poco a poco salgan los gases; y calmando la zona del abdomen con calor, eso sí, nunca con mantas eléctricas y precaución de no quemarle.
El resto, solo es cuestión de que su sistema de evacuación de heces y gases madure.
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