Cuenta la leyenda que, durante el medievo, un dragón enorme tenía aterrorizada a la población de Montblanc, municipio situado en Tarragona. Para calmar el hambre de la bestia, los habitantes le entregaban a un vecino, elegido por sorteo. Desgraciadamente, un día le tocó a la princesa, a pesar de las ...
Cuenta la leyenda que, durante el medievo, un dragón enorme tenía aterrorizada a la población de Montblanc, municipio situado en Tarragona. Para calmar el hambre de la bestia, los habitantes le entregaban a un vecino, elegido por sorteo. Desgraciadamente, un día le tocó a la princesa, a pesar de las súplicas del rey para salvar su vida. Cuando todo parecía perdido, apareció un caballero, de nombre Sant Jordi, a lomos de un caballo blanco. El caballero atravesó al dragón con la espada, causando su muerte.
De la sangre derramada brotó un rosal de rosas rojas. Sant Jordi ofreció una de esas rosas a la princesa, gesto que se recuerda cada 23 de abril. Al mismo tiempo, la UNESCO eligió esta fecha como Día Mundial del Libro. Por eso, la Diada de Sant Jordi rinde homenaje al amor y a la cultura, convirtiéndose en una de las fiestas más concurridas en Cataluña.
Hoy en día, todavía existen muchos dragones que siembran el miedo entre la gente. No obstante, uno de los que genera más pavor tiene nombre de virus y se le conoce como Covid-19. Aún vigente el segundo estado de alarma, y a pesar de las restricciones sanitarias, los catalanes se volcaron con la Diada de Sant Jordi de este año. El día acompañó a una jornada que se prolongó hasta pasadas las ocho de la tarde, momento en el que debía finalizar según los organizadores. Sin embargo, a las nueve de la noche todavía se podían ver colas larguísimas en la única floristería abierta en la Rambla de Barcelona.
Con el propósito de evitar aglomeraciones, desde el día 21 los ciudadanos podían comprar el libro y la rosa en cualquiera de las 490 paradas situadas al aire libre en Barcelona. El plan aprobado por el PROCICAT incluía 11 espacios públicos, delimitados por vallas perimetrales y accesos de entrada y salida controlados. La rosa roja, la preferida en Sant Jordi, también se podía adquirir en las floristerías de la Rambla. Aquí se trabajó "a destajo", debido a las colas que llegaban hasta el mosaico del Pla de l´Ós, en la Boqueria.
"La respuesta de la gente ha sido extraordinaria en toda Cataluña. Había un deseo encendido de celebrar Sant Jordi, y esto lo hemos notado libreros y floristas. Además, me gustaría destacar el comportamiento cívico y ejemplar de los ciudadanos, especialmente en ciudades como Barcelona", reconoció Marià Marín, secretario técnico del Gremi de Llibreters de Catalunya. Y es que a pesar de las colas que parecían no tener fin, pudimos contemplar el ambiente festivo y alegre de otros años.
Uno de los platos fuertes de la Diada de Sant Jordi es la firma de libros, en persona, por los propios autores. En esta ocasión, se habilitaron 31 tenderetes de rúbricas, donde los autores rotaban por cada uno de los 11 puntos perimetrados. Desde las 10 de la mañana se vio a periodistas y escritores muy conocidos firmando sus propias obras: Eva García Sáenz de Urturi, Sandra Barneda, Maria Barbal, Xavier Bosch, María Dueñas, Javier Cercas, Najat El Hachmi, Pilar Eyre, Toni Hill, James Rhodes, Marta Orriols, Dolores Redondo, Toni Soler, Gonzalo Boye, Albert Bertran y los doctores Josep Maria Argimon y Jaume Padrós.
Entre ellos, estaban algunos de los autores de los superventas de este Sant Jordi. Este año se han vendido un millón de ejemplares, un 75% de lo que se comercializó hace dos años.
Ficción en catalán:
No ficción en catalán:
Ficción en castellano:
No ficción en castellano:
En cuanto a las rosas, se vendieron 4,2 millones en toda Cataluña. El día 22 por la tarde, se contabilizaron un 15% del total de las ventas. El resto se registraron durante la Diada, al tratarse de un producto perecedero. Este año, únicamente los floristas podían vender rosas, aunque parece ser que hicieron corto de la variedad estrella: la roja, tal y como reconocieron desde el Gremi de Floristes.
El Sant Jordi de este año ha sido diferente. La pandemia ha estado muy presente, pero no ha impedido que la gente recupere calles y plazas. Quizás un primer paso hacia esa nueva normalidad de la que tanto se habla.
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