España ya es el primer país del mundo en el índice de consumo por cada 1.000 habitantes de benzodiacepinas, fármacos indicados normalmente para tratar casos leves de ansiedad, insomnio o trastornos emocionales. Una de cada diez personas toman estos medicamentos a diario. El informe más reciente de la Junta Internacional ...
España ya es el primer país del mundo en el índice de consumo por cada 1.000 habitantes de benzodiacepinas, fármacos indicados normalmente para tratar casos leves de ansiedad, insomnio o trastornos emocionales. Una de cada diez personas toman estos medicamentos a diario. El informe más reciente de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), que colabora con los gobiernos para garantizar la disponibilidad de sustancias con usos médicos, así lo indica.
Cabe destacar, igualmente, que se trata de un documento elaborado con datos de 2019, es decir, anteriores a la pandemia, y que sus conclusiones se basan en las cifras aportadas por 85 países. Así pues, en España el índice de consumo de benzodiacepinas supera las 50 dosis diarias por cada 1.000 habitantes, seguido de Serbia, Uruguay, Israel, Estados Unidos y Hungría. Destacan como las más ingeridas el Alprazolam, Lorazepam, Diazepam, Clonazepam, Bromazepam, Lormetazepam y Estazolam.
Ahora bien, no son datos que pillen de nuevas, pues solo constatan lo que advertía la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps). El regulador del Ministerio de Sanidad apunta desde hace años a un crecimiento progresivo de estos medicamentos.
Específicamente en 2020, incluyendo ya cifras de la pandemia, se registró el consumo de 91,07 dosis diarias por cada 1.000 habitantes de ansiolíticos, hipnóticos y sedantes, es decir, un 4,5% más que el año anterior y alrededor del 10% respecto a una década. Asimismo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ya alertaba en 2015 que España era el segundo país de Europa, tras Portugal, en consumo de tranquilizantes.
Todos estos datos vienen a poner de nuevo el foco en el brutal impacto de la salud mental en todo el mundo, siendo la depresión uno de los principales problemas de salud y de discapacidad. La falta de apoyo a las personas con trastornos mentales (se calcula que unos 300 millones), junto con el miedo al estigma, impiden que muchos accedan al tratamiento que necesitan para vivir vidas saludables y productivas.
En este sentido, la OMS denuncia que en muchos países, no hay, o "hay muy poco", apoyo disponible para las personas con trastornos de salud mental y que, incluso en los países de ingresos altos, casi el 50% de las personas con depresión no reciben tratamiento. De media, solo el 3% de los presupuestos de salud de los países se invierte en salud mental, variando de menos del 1% en los países de bajos ingresos al 5% en los países de altos ingresos.
De modo que el tiempo le está dando la razón al organismo, que ya alertó de que, al menos en los países occidentales, la próxima pandemia sería ña de la salud mental. En España, el covid-19 no solo ha agravado los trastornos diagnosticados previamente, sino que además se han disparado los casos de ansiedad y depresión.
Pero es que, además, la salud mental sigue siendo el "patito feo" de la sanidad pública española, y urge actualizar la estrategia nacional de atención psicológica y psiquiátrica del SNS. El dato más significativo al respecto es que la ratio de psicólogos clínicos en nuestro país es de 6 por cada 100.000 habitantes. La media de la UE es de 18.
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