¡No lo aguanto más!

Eduardo Hernández

En nuestro día a día es posible que nos encontremos con personas que no nos gusten y que nos hagan sufrir. Aprender a cambiar esos sentimientos será una garantía en nuestro camino hacia la felicidad.

28/05/2014

Desde que somos niños intentamos juntarnos con aquellos con los que tenemos una mayor compatibilidad. Los elegimos para los juegos, las actividades deportivas y toda clase de contexto social. Y al intentar estar cerca de los que “nos caen bien”, nos alejamos de los que no son simpáticos para nosotros; ...

Desde que somos niños intentamos juntarnos con aquellos con los que tenemos una mayor compatibilidad. Los elegimos para los juegos, las actividades deportivas y toda clase de contexto social. Y al intentar estar cerca de los que “nos caen bien”, nos alejamos de los que no son simpáticos para nosotros; y pese a alguna situación especial, este orden establecido mantiene el bienestar de todos.

Pero uno crece, y va experimentando situaciones en donde elegir no siempre es opcional. Sobre todo si se trata de tu centro de trabajo o similar. Encuentras un empleo y te alegras por ello, las condiciones te satisfacen, aunque lo que no conoces es con quién debes compartir todo ese tiempo.

Si eres afortunado además de un trabajo, consigues nuevas amistades, lo cual es muy enriquecedor. Pero si no lo eres tanto, tu vida se puede convertir en una auténtica tortura a causa, según crees, de algún compañero o compañera. Y si además, esa persona está por encima de ti en la jerarquía laboral, todo ese sufrimiento se multiplica.

Estás en tu trabajo, en tu grupo de amigos, en tu familia…y de repente aparece una persona que te hace la vida imposible. No puedes para de pensar en la cosas que ha hecho o dicho ese día, en cómo se comporta contigo o con los demás, etc. Tu vida, poco a poco, se va convirtiendo en un martirio con un único culpable: él o ella.

Sin embargo, siento decirte que no es del todo cierto. Es verdad que en la vida nos cruzamos con diferentes personas, que a nuestro entender, y generalmente, también al de los demás,  podemos definirlas como malas. En ellas abundan más las cualidades negativas que las positivas. La cuestión es que ante este hecho que es una realidad que no podemos cambiar, nosotros sí tenemos la capacidad de afrontarla de manera diferente. Ser capaces de no sufrir ante situaciones similares. Para ello, primero debemos entender porque nos afectan tanto ese tipo de relaciones.

Por lo general, nuestra naturaleza actúa como un espejo, es decir, que intentamos buscar a aquellos que son iguales a nosotros; o por lo menos, complementarios. Si yo identifico en ti aspectos que hallo en mí, me siento más cómodo. Aunque también sucede lo mismo cuando aparecen personas que no nos gustan. En realidad, muchas veces nos incomodan porque vemos reflejadas cualidades que  también nosotros poseemos. No significa que nosotros seamos malas personas también, sino que en algún nivel, nosotros también tenemos esas cualidades negativas; y eso es normal, porque somos seres complejos, capaces de tener muchos lados, algunos más bonitos que otros, eso sí.

Cuando entendemos que nuestro sufrimiento hacia esas personas no es producido por ellas, sino por nosotros mismos, entonces comprendemos también que tenemos la capacidad de dejarlo a un lado. Al igual que con nuestra propia personalidad que  intentamos potenciar aquellas habilidades positivas y acallar las negativas, con esas personas tenemos que actuar de la misma forma.

Intenta entender a ese compañero; saber que en el fondo es igual a ti. Aprende a observar sus virtudes, que como tú, también las posee. Y no prestes tanta atención a aquello que no te gusta. Tus sentimientos de frustración, ira, temor, etc. se convertirán en sensaciones de fortaleza y libertad, que te ayudarán a afrontar también otros aspectos difíciles de la vida. La vida y las personas que nos rodean tienen cosas maravillosas, de nosotros depende querer verlas o no.

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