Actualmente se han superado técnicas invasivas como la dermoabrasión para eliminar los tatuajes, pues dejaban una cicatriz y su eficacia no era absoluta. Lo más frecuente es emplear técnicas poco invasivas que se dirigen directamente sobre el pigmento del dibujo y lo van eliminando de manera gradual. De manera general, se ...
Actualmente se han superado técnicas invasivas como la dermoabrasión para eliminar los tatuajes, pues dejaban una cicatriz y su eficacia no era absoluta. Lo más frecuente es emplear técnicas poco invasivas que se dirigen directamente sobre el pigmento del dibujo y lo van eliminando de manera gradual.
De manera general, se precisa un mínimo de 5 sesiones para eliminar un tatuaje, pero puede ser necesario aumentarlas en función del tatuaje de que se trate y de la piel del usuario. Es fundamental que pasen de 4 a 6 semanas entre sesiones para permitir al organismo absorber las partículas de tinta y eliminarlas a través del sistema linfático.
Existen varios factores de interés cuando se plantea eliminar un tatuaje. Destacarían:
1-Tipo de tatuaje. Los tatuajes realizados en las capas más superficiales de la piel resultan más fáciles de eliminar.
2-Tamaño. Cuanto menor es el tamaño, más sencillo es eliminar el tatuaje.
3-Color del tatuaje. Los pigmentos negro y azul oscuro son más fáciles de eliminar que los de color verde, blanco, amarillo o azul claro.
4-Color de la piel. De manera general, las pieles claras suelen responder mejor a los tratamientos de eliminación y requieren un menor número de sesiones.
5-Localización del tatuaje. Las zonas del cuerpo en las que la piel es más gruesa (espalda, piernas y brazos) favorecen la penetración de los pigmentos que conforman el tatuaje, por lo que resulta más difícil de eliminar. Lo contrario sucede en zonas de piel más finas como las muñecas y el cuello, por ejemplo, en las que es más fácil eliminar el tatuaje.
El método de eliminación más habitual utiliza el láser. Lo que emplea es una técnica específica pues la emisión del haz de luz de la fuente se dirige directamente a las partículas de tinta que forman el tatuaje. El láser consigue fragmentarlas hasta alcanzar un tamaño muy pequeño, siendo eliminadas por el sistema linfático y provocando un pequeño daño sobre la piel que desaparece en pocas semanas.
Tras la sesión de láser, la zona se puede inflamar, notarse caliente y enrojecer durante un tiempo. Sería recomendable aplicar frío para reducir esas molestias y bajar la inflamación. También se deben utilizar pomadas con capacidad antiséptica y antiinflamatoria durante una semana.
Es importante evitar exponer la zona tratada al sol durante 30 días, usar productos con pH neutro, no rascar o frotar la zona para evitar inflamaciones y aplicar una crema regeneradora para favorecer la cicatrización.
Los efectos secundarios de la eliminación son mínimos si se siguen las pautas indicadas y se cura bien la zona. Puede presentarse una pérdida de pigmentación de la piel en la zona tatuada y es posible volver a tatuar la misma zona si ha pasado el tiempo preciso para que la cicatrización de la piel se haya completado.