Hace décadas que la Organización Mundial de la Salud describe la salud como la suma de tres componentes: biofísico, psicoemocional y social. Después de la pandemia esa definición cobra más sentido que nunca; pocas secuelas de la crisis sanitarias están tan claras para los expertos como que los estragos a nivel emocional y mental de lo vivido van a perdurar en el tiempo. Ansiedad, incertidumbre, pérdida… Muchas incógnitas se han despejado ya transcurrido más de un año y medio, pero la mochila de desgaste es una mochila demasiado pesada. En este año y medio, muchas de esas incógnitas se han ido despejando, pero de la mochila de desgaste no es tan fácil desprenderse.

La revista científica The Lancet ha publicado recientemente el primer estudio que cuantifica el impacto del covid-19 en la prevalencia de la depresión y de la ansiedad en la población mundial. Y sus conclusiones son aplastantes: han aumentado en 129 millones los casos de estos trastornos en 2020, un crecimiento de un 25%. Suficiente para que se enciendan todas las señales de alarma.

"No hay control físico sin entrenamiento mental"

A nivel individual tenemos normalizada le necesidad de realizar revisiones médicas periódicas, así como de cuidar el bienestar físico ¿Por qué no hacer lo mismo con las emociones? El psicólogo José Luis Bimbela sostiene en su libro Gimnasia emocional en que "no hay control físico sin entrenamiento mental", y que "las emociones positivas se pueden promover a través de prácticas que debemos introducir en nuestra rutina".

Argumenta, en este sentido, que "si no modificamos los componentes psicoemocionales de nuestra salud, la mejora física que consigamos con nuestra rutina deportiva, con sesiones de masajes, reiki u otras terapias alternativas de relajación, seguramente será sólo una mejora momentánea". Propone para ello una tabla de ejercicios enfocada al entrenamiento diario de la salud emocional, a las que acompaña de hábitos saludables que permiten liberal la mente de pensamientos tóxicos. Ejercicio físico varias veces por semana, cuidar la alimentación, aprendizaje de cosas nuevas, tener hobbies, descansar de forma adecuada y evitar el consumo de tabaco, alcohol y drogas, son algunos ejemplos.

Ejercitar la mente a través de la gimnasia emocional, destaca también el autor, ayuda a desarrollar las emociones, a comprenderlas y a aceptarlas, a mejorar la empatía, a expresar y trabajar las emociones reprimidas y a canalizar las emociones negativas, a desarrollar el autoconocimiento y la autoaceptación y aprender a disfrutar de la compañía de otras personas.

No es nada fácil aprender a gestionar las emociones, pero con mente abierta y voluntad podemos llegar a comprender el porqué de nuestras emociones y comportamientos. Como todo en la vida, la inteligencia emocional se puede aprender.