El agua es el componente más abundante del cuerpo humano y se considera que representa más de la mitad del peso corporal. Para mantener en equilibrio la cantidad de agua necesaria para realizar las funciones vitales, una persona sana necesita alrededor de dos litros diarios. Este dato es general y ...
El agua es el componente más abundante del cuerpo humano y se considera que representa más de la mitad del peso corporal. Para mantener en equilibrio la cantidad de agua necesaria para realizar las funciones vitales, una persona sana necesita alrededor de dos litros diarios. Este dato es general y los expertos inciden en que se relacionaría con el peso corporal y la ingesta calórica, entre otros factores, estableciendo los dos litros como una cantidad promedio que se puede considerar adecuada.
Puede integrarse de tres maneras diferentes: a partir del líquido ingerido (unos 1.200 ml.), de los alimentos (unos 1000 ml.) y de la que produce el propio metabolismo interno (unos 350 ml.). Frutas, verduras y hortalizas son los alimentos que mayor cantidad de agua contienen y resultan una fuente perfecta de hidratación porque, además, aportan vitaminas, minerales y fibra. Así, para contabilizar la cantidad ingerida, debe tenerse en cuenta el consumo de estos alimentos cuyo aporte de agua es importante.
Quienes padecen potomanía sienten un deseo constante de beber cualquier líquido (especialmente agua) de manera compulsiva y continuada sin estar realmente sediento. Esta necesidad caracteriza el problema psicógeno que conforma la enfermedad y puede ser el síntoma de otras patologías (como anorexia, diabetes o esquizofrenia).
Las causas de la potomanía son variables y destacarían: anorexia nerviosa, trastornos de personalidad, esquizofrenia, alteraciones del hipotálamo (incluso un traumatismo), diabetes mellitus, enfermedades renales crónicas, el consumo de ciertos medicamentos (entre los que podemos señalar los antiinflamatorios no esteroideos, los diuréticos tiazídicos, el litio y ciertos antidepresivos). Establecer la causa primaria es fundamental para poder adaptar el tratamiento y regular la ingesta.
El consumo excesivo de agua puede generar problemas reales de salud que resultan peligrosos. Destacarían: alteraciones del funcionamiento del riñón, desequilibrio electrolítico y de fluidos corporales, variaciones en la composición de la sangre, pérdidas de minerales (especialmente sodio y potasio, fundamentales para la realización de funciones vitales), náuseas, dolor de cabeza, diuresis excesiva, calambres, letargia, convulsiones, pérdida de concentración, parálisis, desmayos, insomnio y sudoración extrema.
El tratamiento depende de la causa que la provoca y debe ser pautado por el médico. De manera general, debe reducirse la ingesta de líquidos a un litro y medio o dos diarios y, fundamentalmente, tratar la enfermedad base que la provoca si la hay. Suele recomendarse la administración de diuréticos específicos, tratamiento psicológico y/o psiquiátrico (si existe algún problema a ese nivel) o el cambio de fármacos (si son los causantes).
No resulta fácil para el propio paciente reconocer que padece un problema. Está acostumbrado a hacerlo y no lo percibe como una patología. Es importante que quienes conviven con él le ayuden a entenderlo y darse cuenta de lo que está ocurriendo y acudir a la consulta de su médico.
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