Según la AESAN, la prevalencia de algún tipo de intolerancia a los alimentos se presenta en un 6% de los niños menores de tres años y la alergia en un 7-8 % de niños en edad pediátrica. Eso supone un elevado número de pequeños que no pueden seguir una dieta normal y deben ser tratados adecuadamente eliminando los compuestos que les generan estos problemas.

Una intolerancia alimentaria es una reacción adversa en la que participa el sistema digestivo y se produce cuando éste no puede digerir bien un alimento o alguno de sus componentes. Su incidencia es superior a la de las alergias y suelen descubrirse antes de los dos o tres años de edad. Los síntomas incluyen náuseas, diarrea, dolor abdominal y molestias gastrointestinales. Se centran en el aparato digestivo porque es al digerirse los alimentos que causan la intolerancia cuando se produce la reacción del enfermo. Las más frecuentes son la intolerancia al azúcar de la leche (lactosa) y al gluten (una proteína presente en cereales como el trigo y la cebada) y cuya intolerancia se llama celiaquía.

La alergia es una respuesta del cuerpo que tras la ingesta de un determinado alimento activa el sistema inmunitario produciendo una reacción. La sustancia que causa la alergia (alérgeno) suele ser una de las proteínas que forma parte de ciertos alimentos y desencadena una cascada de procesos en los que se liberan sustancias como por ejemplo la histamina. Los síntomas son diferentes en función de la idiosincrasia personal y de los alimentos que la provocan. Las alergias más comunes serían: a las proteínas de la leche y huevo, aunque también hay niños que sufren alergia a las proteínas del pescado.

El tratamiento lo va a decidir el médico. Suele centrarse en eliminar de la dieta el alimento que está causando el problema, siendo necesario sustituirlo por otro que aporte los nutrientes necesarios para lograr una dieta equilibrada. Puedes consultar cualquier duda que se te plantee con un especialista en nutrición.

Lo recomendable es leer las etiquetas de todo lo que consumas y consultar al pediatra y a tu farmacéutico lo que resulta más recomendable. Elige únicamente aquellos en los que viene claramente expresada en la etiqueta su composición nutricional. Mucho cuidado con artículos de uso frecuente en los que ni se te ocurre que puedan contener estos alérgenos, como ocurre con algunos medicamentos que los incluyen en su composición. Aunque cada vez son menos, no dudes en consultar al farmacéutico o leer el prospecto que acompaña a todos los que se venden en las farmacias españolas, pues aparecen los excipientes que acompañan al principio activo y los intolerantes no pueden ingerir (por ejemplo el almidón o la lactosa).

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