El psicólogo Juan Carlos Beato cuenta que, desde el comienzo del embarazo, ya empezamos a ser influidos emocionalmente." Es algo inherente al ser humano. Realmente, la pauta más sencilla e importante está en el ser: si los padres somos maduros emocionalmente, enseñaremos a nuestros hijos a serlo, de forma natural ...
El psicólogo Juan Carlos Beato cuenta que, desde el comienzo del embarazo, ya empezamos a ser influidos emocionalmente." Es algo inherente al ser humano. Realmente, la pauta más sencilla e importante está en el ser: si los padres somos maduros emocionalmente, enseñaremos a nuestros hijos a serlo, de forma natural y muy eficaz. El ejemplo es lo más importante: que los padres se quieran a sí mismos y entre ellos. Lo demás es secundario", comenta.
"La mayoría de los hijos con problemas emocionales, los tienen porque los tiene su entorno más cercano: padres, maestros, y a veces familiares, compañeros, o cuidadores. Porque la realidad es que la mayoría de los adultos no han madurado del todo emocionalmente. Y los complejos se trasladan muy fácilmente a los hijos. Por eso se dice que el padre que vaya a terapia quizás se la esté ahorrando a sus propios hijos", continúa.
A parte de esto, para que un hijo desarrolle la madurez emocional necesita, sobre todo, tres cosas: cariño, pasar tiempo con sus padres y que sus padres empaticen con ellos. Pues, si los padres aprenden a identificar las emociones del niño (ansiedad, tristeza, alegría, ilusión, aburrimiento, etc.), el niño aprenderá a identificarlas también adquiriendo inteligencia emocional.
Y en la adolescencia, que es mi especialidad, lo importante es una buena formación en psicología y conocimiento personal —adaptada a su pedagogía— y practicar deportes y artes", dice el psicólogo Beato.
"Para los adultos, lo primero es la formación: leer y formarse sobre psicología, emociones, antropología, conocimiento personal, etc. Para ello, lo mejor es invertir en terapia, coaching, libros o algún curso.
Además, es esencial realizar un proceso de autoconocimiento con algún profesional con el que descubrir nuestras heridas emocionales —que todos tenemos— y aprender a compensarlas y sanarlas de raíz. Esto es vital, porque de ellas florecen la mayoría de nuestros vicios y defectos que nos impiden mejorar en muchos aspectos de manera que a veces ni siquiera percibimos", prosigue.
"Para la parte práctica necesitamos aprender algunas estrategias de regulación emocional, es decir, actividades que nos ayuden a reponernos y calmarnos cuando algo nos afecta mucho a nivel emocional. En terapia se aprenden técnicas concretas, pero hay también muchas actividades naturales y ordinarias que nos pueden servir de mucho: el arte, el deporte, la meditación, la religión, la naturaleza, escribir un diario, la cocina, expresar nuestros sentimientos, los animales, los voluntariados…
Aunque, en mi opinión, la mejor y la más universal es la escritura: tener una especie de diario donde pararnos a reflexionar por escrito sobre nuestra vida y sobre lo que hemos leído: cómo estoy, cómo me siento, en qué me ayudan mis lecturas, porqué me siento así, qué me preocupa, qué objetivos y deseos tengo, qué avances voy logrando, qué barreras encuentro, qué soluciones o respuestas encuentro, cómo puedo ser más feliz, etc.", concluye el psicólogo Juan Carlos Beato.
Foto principal: Pexels
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