En los hogares de nuestro país, y de todo el mundo, el uso del teléfono móvil y de cualquier otro dispositivo está totalmente extendido. De hecho, el Instituto Nacional de Estadística (INE) destaca que el 96% de las familias españolas cuentan con, al menos, un teléfono móvil y que el ...
En los hogares de nuestro país, y de todo el mundo, el uso del teléfono móvil y de cualquier otro dispositivo está totalmente extendido. De hecho, el Instituto Nacional de Estadística (INE) destaca que el 96% de las familias españolas cuentan con, al menos, un teléfono móvil y que el 77% de las personas que acceden a Internet usan su smartphone para consultar webs o hacer compras. No es de extrañar, por lo tanto, que, para muchas personas, sobre todo, los más jóvenes, este dispositivo se haya convertido en un elemento indispensable en su vida. Pero, desgraciadamente, está provocando una serie de trastornos ligados inevitablemente a su uso. Y aunque aún no está considerada como una patología, la nomofobia está comenzando a definirse como la adicción al teléfono móvil.
En este sentido, entre los síntomas más comunes de las personas que sufren o padecen nomofobia podemos destacar el uso del teléfono móvil, mayor dependencia y dedicación al móvil, tener dos o más dispositivos, llevar siempre un cargador encima para no quedarse sin batería o dejar de hacer otras actividades, como estudiar o quedar con los amigos. Una dependencia del móvil que crea aislamiento social. Tanto es así que la relación con los amigos y con el mundo exterior se hace a través del móvil, por medio del whatsapp o las distintas redes sociales.
Una desconexión con el mundo real que da como resultado la incapacidad de relacionarse con otras personas y la imposibilidad de desconectarse del mundo electrónico, porque para las personas que padecen nomofobia la vida sin su teléfono móvil no tiene sentido. Sobre todo, porque las personas nomofóbicas justifican esta patología por el aislamiento que les supone no poder contactar o hablar con sus amigos o familiares, mientras que otros achacan su adicción a necesidades del trabajo, que les obliga a estar localizados permanentemente.
Un trastorno que ha surgido en el siglo XXI, derivado de la globalización y los avances tecnológicos en el ámbito de la comunicación, ya que usamos el móvil de forma diaria para comunicarnos, informarnos, ver vídeos, escuchar música, hacer fotos, ver películas, trabajar, etc. Está claro que estos avances nos han permitido tener información y conexión con todos los lugares del mundo a un solo "clic", pero, como contrapartida, este uso diario (y aceptado), que ha convertido al móvil en un apéndice más de nuestra mano, tiene una serie de consecuencias negativas. Entre ellas, problemas de autoestima, de personalidad, de concentración, ansiedad, etc. Aparte de que afecta gravemente a la felicidad de las personas, especialmente en la población más joven.
Existen algunos síntomas característicos que nos harán sospechar si nosotras mismas o alguien de nuestro entorno padece este trastorno. Entre los principales podemos destacar los siguientes:
- Usar regularmente el teléfono móvil y dedicarle cada vez más tiempo, quitándoselo a otras actividades de nuestro día a día.
- Tener dos o más dispositivos y llevar siempre un cargador en el bolso.
- Sentirte ansiosa y nerviosa ante la posibilidad de perder el propio teléfono, no tenerlo cerca, estar en un lugar sin cobertura, estar sin batería o poca batería, etc.
- Uso del móvil incluso en aquellas situaciones o lugares en las que está prohibido su uso, ya sea mientras se va conduciendo, caminando, en el cine o en el teatro.
- Mirar de forma continuada la pantalla del teléfono para ver si se han recibido mensajes o llamadas.
- Mantener el teléfono móvil encendido todo el día y tenerlo cerca de la cama, a la hora de ir a dormir.
- No mantener ninguna relación o interacción en el mundo real y preferir tener una comunicación a través de las redes sociales.
- Agitación, irritabilidad y angustia, u otros síntomas como temblores o alteraciones en la respiración.