Las personas afectadas suelen ser inseguras, insatisfechas consigo mismas y convierten la obsesión por la comida y el peso corporal en su estilo de vida. No se conocen las causas, pero entre los factores desencadenantes destacarían: estados emocionales negativos, problemas de relaciones sociales, sensación de hambre por no haber comido ...
Las personas afectadas suelen ser inseguras, insatisfechas consigo mismas y convierten la obsesión por la comida y el peso corporal en su estilo de vida. No se conocen las causas, pero entre los factores desencadenantes destacarían: estados emocionales negativos, problemas de relaciones sociales, sensación de hambre por no haber comido adecuadamente, dieta restrictiva sin control profesional, los consejos de las amigas y páginas web, padecer situaciones de estrés (familiar, laboral, etc.) o la presión social por la figura. Puede presentarse asociada a otros trastornos de la alimentación, lo que complica su diagnóstico.
La sintomatología se centra en los cambios de comportamiento que sufren los pacientes, porque su aspecto saludable es engañoso y no suelen presentar bajo peso. Inicialmente resulta difícil detectarla, pues quien la sufre vomita a escondidas después de comer. Con el tiempo, la enfermedad avanza y se presentan: aumento de las glándulas salivares, desgaste del esmalte dental, caries, daños en las encías y el paladar, inflamación de la garganta, gastritis, vómitos de sangre, reflujo, ardor de estómago, deshidratación, reducción del potasio en sangre (con arritmias, debilidad muscular, temblores, etc.). Si el vómito es severo se producen desgarramiento esofágico y ruptura gástrica. Además, el consumo abusivo e incontrolado de laxantes ocasiona diarreas, cólicos y dolor abdominal y el abuso de diuréticos causa deshidratación y pérdida de iones.
El criterio diagnóstico se basa en la presencia de episodios repetidos de atracones con sentimiento de pérdida de control de la situación, comportamiento recurrente o inapropiado compensatorio para prevenir un posible aumento de peso (vómitos, laxantes, etc.) y que la frecuencia de dichos episodios sea de al menos dos veces por semana durante tres meses.
El tratamiento es multidisciplinar y, salvo casos graves que precisan hospitalización, se realiza de manera ambulatoria, debiendo controlarse las crisis compulsivas. Sería recomendable:
1-A nivel nutricional se centra en la adquisición de hábitos nutricionales adecuados: horarios fijos para las comidas, realizar 3 ó 4 ingestas diarias, dedicar el tiempo necesario a comer, olvidar las dietas estrictas y evitar períodos prolongados de ayuno.
2-Desde el punto de vista psicológico es importante mejorar su percepción personal, su autoestima, su relación con la comida y eliminar la culpabilidad.
3-A nivel psiquiátrico puede resultar indicada la administración de antidepresivos inhibidores de la recaptación de serotonina bajo control médico.
El Instituto de Trastornos Alimentarios advierte de la importancia de evitar el contacto de los adolescentes con las páginas web pro-bulimia que aparecen camufladas como inocuas. Transmiten ideas como que la bulimia no es una enfermedad, sino un estilo de vida que te permitirá acceder a un selecto club al que todo el mundo quiere pertenecer. La prevención y la actuación precoz resultan imprescindibles para evitar su padecimiento e incrementar las posibilidades de curación.