Los expertos señalan que son muchos y diferentes los motivos que cada uno de nosotros tenemos para no poner límites en las relaciones personales que nos generan malestar e interfieren en nuestro desarrollo personal. Destacarían:

1-Carecer de asertividad. Aprender a decir NO puede resultar complicado, especialmente si temes no saber comunicar tus límites de manera adecuada. Esta sensación puede provocar que evites hablar del tema, por lo que se mantiene y refuerza la incapacidad de exponerlos, convirtiéndolo en un problema.

2-Creer que vas a ser rechazada por la otra persona. Esta sensación de miedo al rechazo (social, familiar, emocional y laboral, especialmente) o a perder el cariño o el respeto de la otra persona o a ser criticado por dar tu opinión, impide que seas capaz de expresarte con libertad.

3-Experimentar con intensidad la emoción de culpa, algo muy frecuente cuando intentamos defender nuestros deseos y derechos ante los demás. Sentirse culpable nos limita a nosotros mismos porque nos impide expresarnos con libertad ya que sentimos miedo de dañar al otro.

4-Percibir que somos incapaces de tomar decisiones sencillas porque el propio hecho de decidir exige aceptar y rechazar determinadas opciones.

5-Presentar dificultades en el manejo de la frustración y la rabia. Cuando nos percibimos sin herramientas emocionales que permiten gestionar adecuadamente estas emociones, solemos inhibirlas y no expresarlas, por lo que el hecho que las ha provocado (como la necesidad de poner límites) no se asume, decidiendo priorizar las demandas del otro y olvidando las nuestras.

6-Sentir miedo al conflicto. Es frecuente que la persona evite en todo momento entrar en un conflicto porque se siente incapaz de defender sus opiniones. Su conducta consiste en evitar expresar su opinión personal y no transmite su desacuerdo con la opinión del otro.

7-Temer la aparición de un bloqueo emocional ante el enfado o rabia de la otra persona. Pensar en que se va a sentir mal al expresar su opinión le hace elegir mostrarse complaciente (aunque no sea lo que desea y le cueste un enorme sacrificio hacerlo) con las necesidades de los demás y oculta las suyas.

8-Tener una visión sesgada sobre la realidad, debido a que no se realiza una correcta diferenciación entre uno mismo y los demás. Esta actuación provoca el desconocimiento de donde empiezan las necesidades propias y donde se ubican las de la otra persona.

9-Tener un bajo nivel de autoestima. Sentir que no tienes derecho a defender tus propias necesidades impide que seas capaz de verbalizarlas, lo que te llevará a creer que tus necesidades no son tan importantes como las de los demás y que puedes posponerlas hasta que se resuelvan las de los demás (o incluso para siempre).