Aunque pueda sonar similar a la contemplación, la mayoría de las veces va acompañada de preocupación, negatividad y falta de autocompasión. Se nos mete algo en la cabeza y no podemos parar de ...
Aunque pueda sonar similar a la contemplación, la mayoría de las veces va acompañada de preocupación, negatividad y falta de autocompasión. Se nos mete algo en la cabeza y no podemos parar de darle vueltas una y otra vez, en círculos atrayendo cada vez más los pensamientos repetitivos.
El problema con la rumia cerebral es que alimenta la ansiedad y es muy agotador. Si nos entregamos a ella, es poco probable que resolvamos nuestros problemas. En su lugar, estamos enseñando a nuestros cerebros a que su rutina sea que rumie y se preocupe al ranurar las vías neuronales relacionadas. La neurociencia nos enseña que el cerebro es plástico y puede desarrollarse contigo a lo largo de tu vida en función de cómo lo uses. También advierte que los estados mentales dominantes como la preocupación, con el tiempo, pueden convertirse en rasgos neuronales.
Todos conocemos la sensación de estar atrapado en un bucle de preocupación y cómo puede ser tanto paralizante como agotador. Si esto se convierte en un hábito regular, es menos probable que seamos proactivas en términos de cuidado personal y bienestar y, debido al efecto acumulativo de neuroplasticidad, se vuelve más difícil corregir el rumbo y tomar decisiones diferentes.
Si notas que te preocupas por un pensamiento repetitivo, una repetición de una conversación o un evento, o pareces estar obsesionada con algo sin hacer ningún progreso, trata de traer conciencia a la rumia preguntándote: ¿Estoy creando o atrapada en un bucle cerebral? Luego experimenta con estas técnicas y vea cuál funciona mejor para ti.
Si te encuentras comenzando un bucle cerebral, te recomiendo que pruebes una breve práctica de atención plena llamada ´stop´, que te ayuda a recuperar la claridad y la calma antes de decidir tu próximo movimiento. Deténte y haz una pausa.
Conéctate a ti misma por un momento. Siente la gravedad empujándote hacia tu asiento o postura.
Tome una serie de respiraciones conscientes sintiendo las sensaciones físicas de la respiración en el cuerpo y junte ambas palmas de las manos sosteniéndolas suavemente. Siente el calor y la energía de tu vitalidad.
Mantente abiberta y con una actitud de apertura: amplía el foco de tu conciencia observando sin juzgar lo que sucede interna y externamente. ¿Se presenta una nueva oportunidad?
Procede.
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