Los ataques de pánico son episodios de miedo o ansiedad repentinos y muy intensos, que se acompañan de síntomas físicos muy incómodos. Suelen alcanzar su mayor intensidad en pocos minutos y, de manera general, no sobrepasan los 20 minutos.

Los sentimientos de ansiedad, temor y las sensaciones físicas que le acompañan pueden llevar a pensar al afectado que está sufriendo un ataque cardíaco. Muchos pacientes que lo sufren por primera vez suelen llamar a urgencias pero, normalmente, no es necesario ir al hospital porque, a pesar de resultar incómodos, angustiosos y desagradables, no son peligrosos y no necesitan tratamiento hospitalario.

La causa de los ataques de pánico está clara. El cuerpo reacciona de manera automática y repentina ante lo que considera que es peligroso para la vida. Para ello, emplea dos mecanismos concretos, la lucha y la huida, liberando grandes cantidades de adrenalina, que aceleran la respiración y la frecuencia cardíaca lo que provoca los síntomas físicos.

Entre los síntomas del ataque de pánico se encuentran: sudoración, palpitaciones o aceleración de la frecuencia cardiaca, desrealización, despersonalización, temblor o sacudidas, escalofríos o calor, dificultad para respirar de ahogo o de asfixia, dolor o molestias en el tórax, entumecimiento, hormigueo, náuseas, malestar abdominal, miedo a perder el control, a morir o "volverse loco", mareo, inestabilidad, aturdimiento o desmayo.

Los desencadenantes del miedo son múltiples: fobias, emociones o estrés pueden ser la causa pero, en muchos casos, no existe una específica. Una vez empiezan los síntomas físicos, el paciente se asusta más, lo que provoca una mayor liberación de adrenalina que empeora los síntomas, estableciendo un círculo vicioso del que es complicado salir.

El diagnóstico debe hacerlo un especialista. Es preciso realizar una revisión física completa y una evaluación psiquiátrica. Suelen solicitarse análisis de sangre, para descartar otros trastornos orgánicos (como hipertiroidismo o trastornos cardiopulmonares, por ejemplo). Es necesario realizar un diagnóstico diferencial con otros problemas psiquiátricos (como trastorno de ansiedad social y depresión, entre otros). Además, hay que tener en cuenta el consumo de sustancias, ya que algunos de sus efectos podrían confundirse con un ataque de pánico.

El tratamiento se centra en la aplicación combinada o no de:

1-Terapia cognitivo-conductual (útil para identificar las causas y los pensamientos negativos que podrían llevar al ataque de pánico) asociada a cambios en el estilo de vida.

2-Técnicas para controlar los síntomas cuando se presentan los ataques de pánico. Los ejercicios de respiración, las técnicas de distracción (contar hacia atrás) y las técnicas de conexión mental (enumerar cinco cosas que ves, oyes o sientes) resultan útiles para muchos pacientes.

3-Tratamiento farmacológico. Se emplean antidepresivos (paroxetina, fluoxetina, sertralina o escitalopram, por ejemplo) y ansiolíticos de manera puntual (alprazolam y diazepam, especialmente).