De manera general, solo la mitad de las personas que salen de la consulta del médico con una prescripción tomarán el fármaco según las indicaciones recibidas por diferentes razones que pueden modificarse.

Los niños suelen rechazar con mayor frecuencia que los adultos tomar fármacos según las indicaciones del pediatra, especialmente en enfermedades crónicas que implican un tratamiento complejo de larga duración. Tampoco les gusta que les inyecten o tomar fármacos que tienen mal sabor. Los padres influyen en esta falta de adherencia porque es posible que no entiendan las instrucciones del médico o las olviden debido a la tensión del momento.

Las personas mayores por sus características específicas (polimedicación, deterioro físico o mental o mayor riesgo de interacciones farmacológicas y efectos secundarios, por ejemplo), suelen presentar problemas de adherencia.

Los expertos señalan que, entre las razones para no seguir el tratamiento farmacológico, destacarían:

-Dudar del criterio médico. Negar que se sufra la enfermedad por lo que no es necesario tomarlo o sentir que no desea mejorar de la enfermedad.

-Olvidar la toma por un rechazo psicológico. Puede asociarse a que sea necesario seguir unas pautas de administración complicadas o que interfieren en la vida diaria y a interpretar erróneamente o no entender las instrucciones

-Temer o experimentar realmente efectos secundarios que hacen percibir el tratamiento como algo peor a la enfermedad. Sentir miedo a ser dependiente del fármaco.

-Percibir que el medicamento es desagradable por su olor, color o sabor. Presentar complicaciones para la toma (dificultades para tragar las pastillas o para abrir los botes, por ejemplo).

-Sentir que la toma del medicamento genera ciertas restricciones que no se desean vivir (como tener que evitar el sol o no poder beber alcohol).

-Considerar que el medicamento no es necesario o no va a funcionar. Pensar que ya es suficiente la cantidad administrada es algo muy frecuente con los antibióticos, por ejemplo, porque desaparece la fiebre.

La falta de adherencia terapéutica tiene consecuencias para la persona afectada y para la sociedad en general. Los expertos señalan que:

1-Si no se sigue el tratamiento la enfermedad no se curará y los síntomas no se aliviarán. No es posible la curación sin el empleo de la terapia farmacológica adecuada.

2-La calidad de vida del afectado se reduce. Dejar de tomar todas las dosis prescritas de un antibiótico, por ejemplo, puede provocar una reactivación de la infección y generar la aparición de bacterias resistentes al fármaco.

3-Aumenta el coste de la atención médica. Cuando las personas toman la medicación según las indicaciones recibidas se evitan nuevas consultas médicas, la realización de pruebas diagnósticas, las visitas a centros médicos de urgencias, los ingresos en hospitales y la administración de tratamientos innecesarios.