Para quedarse embarazada, el primer paso es que el semen quede en la vagina y eso es independiente de la postura sexual. Sí que se ha visto, en cambio, que incluso quedando semen ...
Para quedarse embarazada, el primer paso es que el semen quede en la vagina y eso es independiente de la postura sexual. Sí que se ha visto, en cambio, que incluso quedando semen en la vulva hay probabilidades de embarazo.
Tampoco influye poner las piernas en alto después de las relaciones. El líquido seminal ya tiene una preparación para hacer su recorrido independientemente de la posición de la mujer y del útero: cuando llega a la vagina sufre los primeros cambios, unos cuantos espermatozoides pasan a través del cuello del útero y, dentro, acaban de capacitarse para llegar hasta la trompa y fecundar al óvulo. La gravedad no afecta en todo este proceso, ni para embarazos espontáneos ni de reproducción asistida.
¿Son seguras las relaciones sexuales durante el embarazo?
El sexo durante el embarazo es seguro. No hay problema en mantener relaciones sexuales durante todo el embarazo a no ser que haya alguna contraindicación específica.
Por tanto, solo habría que evitar mantener relaciones sexuales cuando el médico así lo indique, sobre todo en casos de sangrados durante el primer trimestre, o bien si hay contracciones que puedan provocar cierta dilatación del cuello del útero cuando la gestación está más avanzada. El motivo es porque con las relaciones se puede tocar el cuello del útero y estimular así las contracciones uterinas, de forma que los sangrados pueden empeorar, o en caso de que haya amenaza de parto pretérmino, también se puede agravar.
Antes de 1970, previo a que existieran las ecografías, era imposible saber el sexo del bebé hasta el momento del nacimiento, por lo que se han generado mitos como la forma de la barriga de la mujer embarazada, asociando el sexo masculino del bebé con un abdomen más puntiagudo y el sexo femenino con un abdomen más redondeado, aunque sin ningún fundamento científico.
La forma del abdomen depende de otros factores, entre ellos:
Por tanto, hay múltiples factores que pueden hacer variar la forma del abdomen en la mujer embarazada.
En la actualidad, se puede intuir o "sospechar" con un alto grado de certeza el sexo del bebé en la ecografía de las 12-13 semanas, (ecografía vía transvaginal) siempre que sea realizada por un profesional especialista en diagnóstico prenatal. Sin embargo, habitualmente no es hasta la ecografía de las 16 semanas (en la ecografía morfológica precoz) o de las 20 semanas (ecografía morfológica) donde se puede hace el diagnóstico del sexo del bebé definitivo.
Asimismo, existen las pruebas de detección de ADN fetal en sangre materna, que mediante una analítica permite conocer el sexo del bebe alrededor de las 10-11 semanas con un alto porcentaje de fiabilidad y que cada vez son más utilizadas por la población, al proporcionar además otras informaciones complementarias.
No, no se puede tener la regla durante el embarazo. Es posible tener sangrados cuando se está embarazada, pero estos, aunque puedan parecer la regla, no lo son. Los principales sangrados serían:
Los motivos por los que no se consigue un embarazo de manera natural son múltiples, por lo que se recomienda realizar un estudio de fertilidad a partir del año de relaciones sexuales frecuentes y no protegidas cuando la mujer tiene menos de 35 años y a partir de los seis meses en el caso de mujeres de más de 35.
En pacientes diagnosticadas de enfermedades que puedan comprometer la fertilidad, como por ejemplo endometriosis, síndrome de ovarios poliquísticos, presencia de miomas uterinos o incluso antecedentes familiares de menopausia precoz, se aconseja realizar una consulta con el especialista tras seis meses de relaciones sexuales no protegidas, aun a edades jóvenes.
También se debe acudir a reproducción asistida cuando una pareja cuenta con antecedentes familiares diagnosticados con una enfermedad genética grave o ha tenido un embarazo previo con afectación. La tecnología permite realizar un test de cribado de portadores, una prueba mediante la que se puede detectar en personas sanas mutaciones que pueden trasmitirse a la descendencia. Esta técnica, incluso, se está aplicando ya como medida preventiva y alcanza a prevenir enfermedades genéticas graves en los seis de cada 1.000 niños que normalmente se ven afectados, según las estadísticas.