El exceso de presión ejercida sobre los niños para que realicen numerosas actividades puede provocar que se conviertan en personas muy inteligentes y competentes a nivel intelectual, dominados por el hemisferio izquierdo del cerebro. Como contrapartida, serán personas con poca funcionalidad del hemisferio derecho, el que controla el nivel emocional, ...
El exceso de presión ejercida sobre los niños para que realicen numerosas actividades puede provocar que se conviertan en personas muy inteligentes y competentes a nivel intelectual, dominados por el hemisferio izquierdo del cerebro. Como contrapartida, serán personas con poca funcionalidad del hemisferio derecho, el que controla el nivel emocional, creativo, imaginativo, lúdico, de habilidades empáticas y de relación social. Se convertirían en personas adultas con mucha formación intelectual, con gran capacidad para competir, pero con muy pocas habilidades sociales, emocionales, de relación, conexión y cooperación con los demás.
Los niños tienen una forma específica de expresar que están estresados o agobiados por una presión inadecuada o un exceso de actividades extraescolares. Esas expresiones sintomáticas varían en función de la etapa de desarrollo en la que se encuentren. Los más pequeños tienden a externalizar los problemas emocionales: se vuelven más hiperactivos, prestan menos atención, sufren ataques de ira y otros problemas de comportamiento. Los mayores internalizan los problemas emocionales mediante aislamiento, somatizaciones, ansiedad, depresión, trastornos del sueño y pérdida de apetito, por ejemplo.
Sería recomendable observar sus expresiones verbales y no verbales porque los niños son claros y expresivos. Si insisten en que no quieren ir a una actividad o se muestran enfadados antes o después de realizarla, sería necesario volver a analizar la situación:
1-Satisfacer las necesidades afectivas de los bebés y niños. Es fundamental superar la creencia de que las actividades programadas les ayudarán en su formación. Los niños necesitan que sus padres compartan con ellos tiempo de calidad (juegos, contacto piel con piel, caricias y masajes, por ejemplo). Este tipo de relación permite al niño interiorizar confianza, afecto, seguridad y límites, lo que le ayudará a ser capaz de socializar con sus iguales cuando llega a los 3 años.
2-Establecer una comunicación fluida y adecuada, preguntarles si disfrutan con las extraescolares, cómo se encuentran, si están cansados o si tienen algún problema en clase o con los amigos, por ejemplo, para intentar descubrir el origen del problema y encontrar una solución.
3-Detectar los síntomas pensando en el niño. Los padres deben mostrarse sensibles porque si son los que disfrutan de las actividades a las que apuntan a sus hijos, es difícil ser neutral. Analizar si el niño está siendo obligado a practicar demasiadas actividades a diario y estar atentos a los cambios que manifieste en su comportamiento te ayudará a descubrir posibles problemas que está viviendo.
4-Evitar la comparación y eliminar la competencia. Los padres tienden a comparar el desarrollo de sus hijos con el de los hijos de los amigos o de sus compañeros de clase. Intentan que sus hijos no se pierdan nada y que lo hagan todo bien, sin pensar realmente si les beneficia o puede causarles algún perjuicio.
¿Quieres escuchar nuestros podcast ? Únete a nuestra comunidad y sumérgete en un mundo de inspiración y empoderamiento para la mujer moderna.
Las últimas tendencias en salud, maternidad, viajes, cultura y feminismo en nuestra revista.
Acceso a noticias y newsletters exclusivas
Descarga de materiales únicos, como webinars, podcasts o vídeos
¿Te lo vas a perder?
Acceder