Los expertos señalan que, entre las funciones de la vitamina E, destacarían:

1-Es antioxidante, por lo que protege a las células del daño causado por los radicales libres que pueden afectar a células, tejidos y órganos. Además, reduce el envejecimiento.

2-Facilita el funcionamiento del sistema inmunitario frente al ataque de virus y bacterias.

3-Participa en la formación de glóbulos rojos, componentes fundamentales de la sangre.

4-Favorece la utilización de vitamina K por el organismo.

En relación a los niveles de vitamina E en el organismo, se pueden presentar dos situaciones:

-Cuando existe un déficit de vitamina E, los síntomas afectan a nervios y músculos. Se presenta debilidad muscular, pérdida de sensibilidad en los brazos y las piernas, problemas para caminar y controlar los movimientos del cuerpo y alteraciones de la visión.

La deficiencia de vitamina E es poco frecuente en personas sanas y suele ser causada por alteraciones que impiden su adecuada absorción (problemas hepáticos, enfermedad de Crohn, enfermedad celíaca o ciertos trastornos genéticos, por ejemplo) y seguir una dieta extremadamente baja en grasas.

-Cuando se presenta un alto nivel de vitamina E, los síntomas incluyen diarrea, náuseas y fatiga. Es una alteración poco frecuente, normalmente asociada a la administración de suplementos de vitamina E, que puede incrementar el riesgo de sangrado a todos los niveles.

De manera general, la mayoría de las personas obtienen la cantidad adecuada de vitamina E a partir de los alimentos, especialmente, aceites vegetales (como los aceites de germen de trigo, girasol, soja y maíz), aguacates, alimentos enriquecidos con suplementos (como cereales para el desayuno, zumos de frutas, margarinas y productos para untar como patés, por ejemplo), hortalizas de hoja verde (como las espinacas y el brécol), frutos secos (nueces, almendras, cacahuetes y avellanas, entre otros) y semillas (como las pipas de girasol).

La ingesta de alimentos ricos en vitamina E en alimentos no supone un riesgo para la salud. Los suplementos con dosis altas de vitamina E podrían incrementar el riesgo de hemorragia cerebral, por ejemplo, y no se recomiendan a personas que toman ciertos medicamentos (como anticoagulantes, entre otros). Una ingesta baja puede provocar anemia hemolítica.

De manera general, la dieta aporta suficiente cantidad de vitamina E para realizar las funciones vitales. Las personas que padecen ciertas enfermedades (como trastornos hepáticos, afecciones digestivas, trastornos de malabsorción que provocan que el organismo tenga dificultades para digerir grasas o enfermedad de Crohn) pueden necesitar mayor cantidad de vitamina E.

Ante cualquier alteración asociada a los niveles de esta vitamina el médico puede solicitar una prueba para controlar los niveles de vitamina E. Un sencillo análisis de sangre dará el resultado que permitirá al médico tomar decisiones.