Se describe el trastorno afectivo estacional como un tipo de depresión caracterizada por su aparición y remisión en determinadas épocas del año. En función del momento de aparición, puede ser de patrón invernal o estival.

El trastorno afectivo estacional es bastante habitual (lo presenta entre un 1 % y un 10 % de la población general), siendo el de patrón invernal el más frecuente. La edad media de aparición de este trastorno oscila entre los 20 y los 35 años y su incidencia decrece con la edad.

La etiología del trastorno afectivo estacional no está totalmente clara. Se considera que intervienen factores genéticos y ambientales. En invierno, la menor cantidad de luz solar va alterando el reloj biológico debido a que se modifica la liberación de melatonina, la hormona encargada de regular los procesos de sueño y vigilia. Debido a esta variación del reloj biológico, se genera una alteración del estado de ánimo de las personas. También influye la bajada de las temperaturas de esta época del año, los niveles alterados de serotonina y una baja cantidad de vitamina D.

A pesar de que la sintomatología del trastorno afectivo estacional es similar a la que se presenta en un trastorno depresivo mayor, los expertos señalan que existen signos específicos que difieren según el patrón estacional del trastorno. Entre los síntomas más habituales del trastorno afectivo estacional destacarían:

1-Aislamiento social.

2-Ansiedad.

3-Aumento del apetito, con preferencia por el consumo de carbohidratos que provoca un aumento de peso (en el patrón invernal) o pérdida de apetito y de peso (en el patrón estival).

4-Dificultades de concentración.

5-Disminución de la libido.

6-Explosiones de ira.

7-Falta de energía.

8-Fatiga.

9-Irritabilidad.

10-Síntomas somáticos (dolor de cabeza, por ejemplo).

11-Somnolencia excesiva durante el día (en el patrón invernal) o insomnio (en el patrón de verano).

12-Tristeza.

Además, los expertos indican que existen ciertos trastornos asociados con el trastorno afectivo estacional como el trastorno de ansiedad generalizada y algunas fobias específicas (como la fobia social), entre otros.

El diagnóstico debe hacerlo un especialista. Suelen realizarse pruebas complementarias para descartar posibles patologías orgánicas. Es preciso que el patrón de aparición de los síntomas depresivos se presente, al menos, durante dos años y no deben durar más de cuatro o cinco meses al año. Los episodios estacionales deben superar a los no estacionales y no existir otro trastorno o factor que explique mejor la sintomatología. Además, es necesario tener en cuenta la gravedad de los síntomas y el grado de discapacidad funcional de los afectados.