Crononutrición, ¿qué ocurre si comemos tarde?

María Robert 

Varios estudios han demostrado que el tiempo de nuestras comidas es un factor esencial para la efectividad de las dietas y la salud en general

29/01/2024

Varios estudios han demostrado una relación entre el horario de las comidas y la predisposición a padecer ciertas enfermedades como diabetes y obesidad. A esta disciplina, surgida en 1986 de la mano del doctor Alain Delabos y que consiste en respetar el ritmo natural del organismo e ingerir los alimentos ...

Varios estudios han demostrado una relación entre el horario de las comidas y la predisposición a padecer ciertas enfermedades como diabetes y obesidad. A esta disciplina, surgida en 1986 de la mano del doctor Alain Delabos y que consiste en respetar el ritmo natural del organismo e ingerir los alimentos cuando el cuerpo se encuentre más preparado para asimilarlos, se la conoce como crononutrición

Como explica la doctora María Lillo en una artículo publicado en la Fundación Española del Corazón (FEC), "los procesos biológicos varían radicalmente durante el día y la noche y nuestro cuerpo responde de distinto modo a la asimilación de alimentos dependiendo de la hora a la que los consumamos".

Es decir, el tiempo de nuestras comidas es un factor esencial para la efectividad de las dietas y la salud en general. "Si preguntáramos cuándo engorda más una rosquilla, si por la mañana o por la noche, seguramente nuestra primera reacción sería contestar que da igual, que un dulce aportará las mismas calorías independientemente de la hora a la que lo degustemos. Y si esta fuera una pregunta de trivial habríamos perdido", expone. El motivo es que "nuestro organismo cambia a lo largo del día".

El profesor Fred Turek, de la Northwestern University de Estados Unidos, fue el primero en sugerir que existía un vínculo entre la hora de las comidas y la obesidad.

Después, la Catedrática de Fisiología de la Universidad de Murcia, Marta Garaulet, y el director del programa de medicina y cronobiología del sueño de la Universidad de Harvard, Frank Scheer, testaron si ocurría lo mismo en humanos. "Seleccionaron a 420 voluntarios, la mitad mujeres y la otra mitad hombres y les sometieron a un plan de adelgazamiento basado en la dieta mediterránea durante 24 semanas. Todos comían lo mismo, hacían el mismo ejercicio y dormían las mismas horas. La única diferencia es que un grupo comía antes de las tres de la tarde y el otro después. El resultado fue que los primeros perdieron una media de 12 kilos y los segundos se quedaron en ocho", explica la especialista.

Las consecuencias de almorzar tarde

Un tiempo después replicaron la investigación con pacientes sometidos a cirugía bariátrica en el hospital Clínic de Barcelona. Los investigadores analizaron la evolución de los pacientes que recuperaron su peso seis años después de la reducción de estómago y descubrieron que el 70% solía almorzar después de las tres. Entre quienes sí tuvieron éxito, solo el 30% comía tarde.

Pero, ¿por qué comer tarde dificulta el adelgazamiento? Para responder a esta pregunta, los investigadores desarrollaron otra intervención con 32 mujeres jóvenes sin problemas de sobrepeso. Durante una semana, las participantes comían a las 13.30 y la semana siguiente a las 16.30. "Con solo unos días de comer más tarde, observamos que presentaban intolerancia a carbohidratos, alteraciones en los ritmos del cortisol (que se asocia con estrés metabólico) y alteración de los ritmos circadianos de temperatura, que son un marcador de salud circadiana", señala Garaulet.

La explicación la encontraron en parte en el descubrimiento de un reloj periférico en el tejido adiposo que, en función de los horarios, activa o desactiva genes que afectan a la ganancia o pérdida de peso. La alimentación es uno de los sincronizadores más importantes de nuestro reloj interno, junto con la luz y el ejercicio.

Un vez demostrada la existencia de genes reloj en el tejido adiposo, Garaulet y Scheer investigaron el efecto de la insulina sobre el tejido graso. "Vimos que el reloj periférico del tejido adiposo regula la sensibilidad a la insulina. La respuesta máxima se produce a las 12 del medio día. En cambio, a las 12 de la noche tenemos hasta un 50% menos de tolerancia. Y cuando la respuesta es menor, hay mayor riesgo de acumular las calorías de los hidratos en forma de grasa", indica la investigadora.

Sueño y comida, malos compañeros

Ahora están inmersos en otro proyecto, financiado por el National Institute of Health (NIH), con el que pretenden comprobar cómo afecta cenar tarde a la tolerancia a la glucosa en función de la genética. En un estudio preliminar con 40 mujeres de 45 años, en el que la mitad cenaba cuatro horas y media antes de irse a la cama y el resto solo hora y media, han comprobado cómo la respuesta de glucosa variaba según la genética pero, en general, era peor en las segundas.

Después de comer, se libera insulina para facilitar el paso de la glucosa a la célula para metabolizarla, lo que reduce los niveles de azúcar en sangre. Si se cena tarde, a la elevada concentración de insulina se añade la de melatonina, la hormona que predispone al sueño. "Estas dos hormonas no se llevan bien, por eso la respuesta en la curva de glucosa es peor en los cenadores tardíos".

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