La capital de Portugal tiene mucho encanto. Un encanto sobrio y añejado que la hacen una escapada perfecta para disfrutar en tan solo un fin de semana. En su centro histórico todo está relativamente cerca, por lo que es un destino que invita a pasear. Puedes captar su esencia y llevarte un recuerdo bastante certero de la ciudad en tan solo un par de días.

1º Día para descubrir el centro

Así que, en cuanto llegues al centro de la ciudad, deja las maletas en el hotel y lánzate a descubrirla. Si vas de la calle Libertadores, donde se ubican las tiendas de lujo, hacia el río descubrirás toda su esencia. No olvides detenerte ante el monumento en honor al Calceterio, aquellos trabajadores encargados de la construcción de las aceras tan típicas de la ciudad.

Cerca de allí se encuentra la Estación de Rossio, de la que parten los trenes hacia ciudades como Sintra o Fátima, que puedes visitar en otra ocasión. Y desde allí, es el momento de descubrir el centro histórico y adentrarse en la Rua Augusta que te lleva de la estación a la Praça do Comercio, frente al Tajo. Por el camino detente en el Mirador de Santa Justa, desde el que divisar bonitas vistas de la ciudad. Un truquillo. Si no quieres perder el tiempo en una larga cola de turistas para coger su ascensor, puedes subir unas escaleras en la calle aledaña, que te llevarán directamente al mirador.

No olvides perderte por las calles del barrio de Alfama, ascender hacia algunos de sus miradores, detenerte y entrar en el Castillo de San Jorge o cenar en alguno de sus numerosos restaurantes mientras escuchas unos bonitos fados.

Al otro lado de la Praça do Comercio se encuentra Barrio Alto, otro imprescindible de la ciudad. Aquí debes acercarte a Bica, una de las calles más representativas y fotografiadas de la ciudad, por el ascenso y descenso de sus tranvías, o ir a la Pink Street, una de las calles más intagrameables de la capital portuguesa.

2º Día en Belém

El segundo día puedes alejarte un poquito más del centro histórico y acercarte al Monasterio de los Jerónimos, a la Torre de Belém y al Monumento a los Descubridores. Las tres cosas están relativamente cerca. Y sobre todo, no olvides ir a la pastelería donde se encuentran los mejores Pasteles de Belém de la ciudad. Unos deliciosos pastelitos con crema, de los que seguramente no podrás dejar de comer solo uno.

Llegar hasta allí es fácil, hay un tranvía que te lleva directamente desde la Plaza del Comercio. La parada a la que debes bajar es fácil de saber, ya que el tranvía, generalmente repleto de turistas, se queda vacío al acercarse al barrio de Belém.

Entre visita y visita, paseo y paseo, no olvides subirte a algunos de sus tranvías y sobre todo degustar su exquisita gastronomía. El bacalao en todas sus formas y variedades, el pulpo con arroz o las francesinhas. Este último, un típico sandwich portugués, relleno de diferentes tipos de embutido y carne, con queso derretido por encima y  huevo, y una salsa, algo picante, que tiene como base tomate y cerveza. No te dejará indiferente.