El síndrome del colon irritable es un trastorno que altera la movilidad del tubo digestivo a cualquier nivel. La prevalencia es intermedia, siendo más frecuente en mujeres y, es especialmente habitual, entre los 20 y los 30 años de edad. Provoca síntomas variados. Muchos pacientes solo padecen un síntoma, otros tienen varios que se manifiestan alternativa o conjuntamente.

Actualmente, algunos estudios señalan que la causa de estas molestias podría centrarse en una alteración de la barrera intestinal que facilita el paso de sustancias nocivas y agentes patógenos hasta la pared intestinal. En otros estudios se indica que el intestino de la persona afectada, es normal a nivel estructural.

Los expertos señalan que, entre los factores predisponentes destacarían:

1-Seguir una dieta baja en fibra, en la que se consume poca cantidad de frutas y verduras, por lo que se ve alterado el ritmo intestinal.

2-Alteraciones a nivel de la microbiota intestinal.

3-Las alteraciones emocionales, ansiedad y depresión, por ejemplo, en las que el estrés emocional se encuentra disparado y que actúa como desencadenante. Además, de manera general, los síntomas se perciben con mayor intensidad en situaciones de estrés emocional, por lo que se considera que este factor actuaría como desencadenante del malestar digestivo.

4-Empleo inadecuado de laxantes para regular la función intestinal.

5-Estilo de vida poco saludable.

Entre los síntomas de colon irritable destacaría la distensión abdominal, normalmente tras las comidas, momento en el que se inicia el proceso digestivo. También se presenta dolor abdominal después de comer, que se reduce tras defecar porque, eliminar la presión causada por las heces, genera una agradable sensación de alivio. Como el malestar estomacal y digestivo es habitual, se presentan náuseas y vómitos. Además, puede presentarse estreñimiento continuado, diarrea o alternancia entre estreñimiento y diarrea durante, al menos, 6 meses. El ritmo intestinal está alterado en ambos sentidos y por ello pueden presentarse las dos situaciones.

El diagnóstico debe hacerlo el médico. Se plantea un examen físico y pruebas específicas (tacto rectal, rectoscopia, colonoscopia, análisis de sangre y estudios de las heces, entre otras opciones). Es posible estar padeciendo a la vez otra patología digestiva intercurrente, por ejemplo, siendo fundamental realizar un diagnóstico diferencial para descartar la existencia de otras enfermedades digestivas que puedan provocar síntomas similares.

El tratamiento debe pautarlo el médico y su objetivo es aliviar los síntomas. Ciertos cambios en el estilo de vida, pueden ayudar a algunos pacientes. De manera general, suele recomendarse seguir una dieta rica en fibra, practicar ejercicio de manera regular, reducir el estrés emocional, y, en algunos casos, administrar fármacos anticolinérgicos (como la Buscapina, por ejemplo) o el aporte de bifidobacterias específicas.